
Saber estar a solas con nosotros mismos
¿Quién es el Ermitaño? Sabemos poco de él, anda solo por su camino y es guardián de los misterios de la vida. Vive en su cueva que es su mundo interior y anda solitario por el bosque o el desierto. Este Ermitaño se ha aislado para estar en silencio y mirarse adentro, para colocarse por encima del mundo de lo trivial y poder observarlo desde lejos. El Ermitaño no es un escapista, sino alguien que supo tomar distancia porque entendió las oscuridades del juego social al que renunció.
El Ermitaño se alejó de la abrumadora vida de la masa para descubrir la luz de su mundo interior y la danza de los desafíos de la consciencia. El Ermitaño ya es un mago maduro, un iniciado que ha comprendido el poder y las limitaciones externas de su propia presencia; por eso recurre a su luz interior y se deja guiar por ella como el faro que empuña en su mano para alumbrar su camino con la luz de la consciencia.
Aunque es inevitable que estemos inmersos en un proceso social y comunitario de evolución planetaria, el arquetipo del Ermitaño nos recuerda que esto no tiene por qué anular nuestra individualidad. Este camino interior, este tránsito hacia la individuación, “debe ser respetado en su propia expresión y sois responsables de él”. Por eso el Ermitaño lleva su propio faro, porque nadie más puede iluminar su camino, porque es su propio proceso, su propia senda y, aunque esté en las alturas de las montañas cada vez más cerca del cielo y de la revelación directa de lo divino, todavía sabe que tiene los pies en la tierra y que podría tropezar.
El Ermitaño nos invita a tener tiempo con nosotros mismos, a implicarnos en los procesos meditativos y al diálogo interior. Este arquetipo nos recuerda la importancia y utilidad de experimentar nuestra propia compañía.
El Ermitaño en sombra se vivencia desde el aislamiento y la indiferencia por el “drama cósmico”. Se “escapa” y se olvida de todo, incluso de sí mismo, dejando a veces de lado el autocuidado, el baño, el aseo, la alimentación regular, entre otros hábitos. El Ermitaño en sombra se aleja del mundo comunitario, pero también se desacopla de los hábitos humanos y se pierde en un mundo propio desconectado; al mismo tiempo, puede argumentar que no necesita hacer ciertas cosas que hace la mayoría de la gente, pero que son necesarias para él mismo y termina pagando las consecuencias más adelante, especialmente con su salud física y mental.
El Ermitaño en sombra puede desarrollar una “aversión a la ayuda” y habituarse a la vida hiper–independiente, lo cual en sí no es un problema, pero en ciertos contextos plantea riesgos y desafíos. El Ermitaño en sombra también se manifiesta en el temor a la soledad y al abandono, en la necesidad casi compulsiva de estar acompañados por otros seres y en general en la incapacidad para estar tranquilamente con nosotros mismos.
El arquetipo del Ermitaño es la imagen simbólica asociada con los procesos iniciáticos, con la magia y la alquimia interior. Por eso el “Mago Merlín” vivía en una cueva, hacía trucos y de vez en cuando se pasaba por Camelot para que las cosas no se salieran de madre. Ese es el Ermitaño arquetípico.

¿Cuándo fue tu último momento de “reclusión”, de silencio y aislamiento?, ¿qué tan fácil o difícil fue para ti vivirlo?, ¿cómo transcurrió? Lo que te respondas ante estas preguntas te dará pistas de cómo vive el Ermitaño en ti. Si fue una dicha y un descanso necesario, de seguro estamos hablando de un Ermitaño presente e integrado en tu interior, uno que te dice “está bien la quietud, el silencio y la escucha”. Si estás en medio de un proyecto o sacando algo adelante y te conectas con la vibración de este arquetipo, no es más que un llamado a la pausa, el cuidado, el análisis y la breve parsimonia.
El Ermitaño es un arquetipo profundamente asociado con la voluntad, con la fortaleza interior. No cualquiera, especialmente en este mundo de hoy, es capaz de conectar con la invitación que nos hace el maestro interior; no cualquiera es capaz de aquietarse, darse tiempo lejos de todo y desconectarse del bombardeo social al que estamos sometidos. El Ermitaño nos empuja a la austeridad y a la sinceridad con nosotros mismos que, en últimas, termina siendo una sinceridad manifiesta con el mundo mismo.
“Aquel que se sienta en soledad y quietud escapó de tres batallas: el oír, el hablar y el ver. Pero incluso así mantiene una guerra constante: la de su propio corazón”
(San Antonio del Desierto)
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[…] El Ermitaño y el silencio interior […]
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[…] (velas, lámparas, faros) que nos acompañan y nos dan luz… Así como el que lleva la clave del Ermitaño. Luego controlamos la electricidad y aprendimos a iluminar con ella y a darle otro sabor a la […]
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Adoro la figura del ermitaño!!!!!
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La amamos, me encanta también…
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