
La Rueda del tiempo y los ciclos de la vida
Por más que hagamos planes y creamos que las cosas son fijas, todo está en movimiento. La “impermanencia” (un concepto fundamental del budismo) está en todo, aunque pretendamos aferrarnos a realidades que creemos estáticas. Asumimos que tenemos “el control” sobre algo (y hay un arsenal de literatura que habla sobre eso), pero es una completa ficción porque no controlamos nada. ¿Sabes cuál será tu siguiente pensamiento dentro de diez minutos? No sabes… ni siquiera lo que pensamos somos capaces de controlarlo.
El arquetipo de la Rueda nos conecta con los ciclos de la tierra y es una poderosa metáfora sobre el cambio, la adaptación, la experiencia y el karma. A veces parece que repetimos, que nos enfrascamos en ciertos ciclos y nos podemos llegar a sentir estancados. En este punto hay un llamado a trascender algo, pero ¿qué es lo que hay que trascender? Este es un arquetipo que nos llama a la consciencia, a “darnos cuenta” y tomar una posición.
No en vano se asocia con la vibración del número uno (1), con la unificación, con la recuperación de la coherencia y con reubicar lo que se encuentre disperso. ¿Has experimentado esa sensación de darte cuenta de las causas de algo que era un misterio en tu vida? Es un descubrimiento fascinante y a la vez aterrador, porque una vez te haces consciente de algo, al mismo tiempo adquieres una nueva responsabilidad: hacer algo con eso o no hacer nada y, cualquiera que sea el camino, las consecuencias de tu decisión son solo tuyas.
Por eso también, en algunos casos a este arcano se le conoce como “La Rueda de la Fortuna”, porque si no lo comprendemos adecuadamente puede hacernos parecer a merced de las circunstancias o de alguna clase de azar. Seguramente nos hemos sentado a preguntarnos frente a una determinada circunstancia: ¿Por qué me está pasando esto a mí? ¿Por qué no deja de repetirse? Este arquetipo nos llama a encontrar las causas, transformarlas y hacer algo con ellas; por eso precede al arquetipo de la Justicia (11), por eso esta toma de consciencia es necesaria y previa a la lucidez requerida para traer el equilibrio.

Al hablar de ciclos también hablamos de cambios, y de nuevo aparece la idea de las “consecuencias”. Uno de los mayores desafíos asociados al cambio es que muchas veces desconocemos las consecuencias que esto traiga sobre nosotros. El arquetipo de la Rueda, como cualquier mandala, nos invita a poner la mirada en el centro y recuperar la capacidad para centrar la atención.
Si somos de aquellos que nos incomodan las sorpresas o las desviaciones profundas en los planes, este arquetipo nos llama a tener siempre en consideración la posibilidad de que todo tome giros que instantáneamente no comprendemos y no conectamos con su sagrado propósito. La Rueda es un arcano del tiempo, del flujo constante entre creación, sostenimiento y destrucción para luego volver a crear y así repetir el ciclo.
Esa relación, ese viaje, esa oportunidad de trabajo que parecían “perfectos” y que en un momento dado se transformaron por completo, quizás debido a un único evento detonante… ya no sabemos qué son, no comprendemos qué pasó “si todo venía marchando tan bien”. A esto nos remite el arcano de La Rueda, a comprender que en cualquier momento todo puede cambiar porque todo está en movimiento y ante esta clase de circunstancias no nos queda más que atender el llamado a comprender qué mensaje trae para nosotros.
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