Hace poco escuché que después de los 35 años empezamos a perder la capacidad de asombro porque «ya creemos que sabemos» muchas cosas o nos empezamos a dar cuenta de la frustración experimentada por el mar de ignorancia en el que flotamos. Ignoro si sean estas las “causas reales” pero creo que vale la pena entender el fenómeno y saber qué hacer para no dejarnos tragar por esa vida anestesiada a la que nos estamos empezando acostumbrar.
En otras entradas he tocado el tema (“Tu definición de libertad: Respuestas a Susana” y “Si no tuviera miedo”) de los desastres que hace nuestra educación infantil; por eso no entraré en más detalles. Sólo diré por ahora que nos está prohibido asombrarnos porque sólo se permite tener respuestas correctas y actuar según el plan definido. La vida y todo lo que existe se van convirtiendo en un libreto estático y bien definido.
Para qué exploramos: el combustible del asombro
No me atrevo a generar una división conceptual entre lo que son el asombro y la curiosidad. Tal vez sean dos caras de la misma moneda. Somos curiosos y el premio es asombrarnos, o somos dados al asombro y mantenemos activa la curiosidad. Parece que acá no importa mucho cuál es el huevo o la gallina y la verdad le huyo a esas discusiones bizantinas.
Bueno ¿Y por qué explorar? ¿Para qué nos sirve hacerlo?:
Reducir la incertidumbre (o el miedo): es un hecho que el miedo nos paraliza o nos hace actuar. Huimos o atacamos, pero si se trata de exploración lo que buscamos es precisamente reducir la sensación de estar en un lugar desconocido. Cuando reducimos el desconocimiento nos sentimos más confiados y tranquilos; vamos ganando una sensación de dominio sobre nosotros mismos y lo que nos rodea. Explorar es en sí una forma de adaptarnos al entorno. Si no expandimos los límites de lo conocido nos ponemos en riesgo.
Aprender–incorporar nueva información o modificar el comportamiento: conectado con lo anterior, experimentamos para saber más de las cosas, para entenderlas mejor, para tener un arsenal mayor de respuestas, alterar nuestros comportamientos e incluso ampliar nuestras opciones.
Por simple placer: muchos exploramos y experimentamos por el simple placer de tener algo distinto ante nosotros, por presenciar algo que no habíamos presenciado, por aprender algo nuevo, por disolver y ampliar nuestra zona de confort, por saber quiénes somos en el fondo, por entender qué nos gusta y qué no, simplemente por tener la oportunidad de ver el mundo distinto. Se trata de simple placer y aquí no importa si el descubrimiento es grande o pequeño, si es una puesta de Sol en un día cualquiera o el descubrimiento de una solución revolucionaria a un problema crónico; aquí el asombro es simplemente estar ahí con lo nuevo en la plenitud del momento.
Perseguir lo nuevo aniquila el asombro
El consumismo ha hecho que nuestra conciencia alrededor de lo que compramos se modifique. Este fenómeno es especialmente visible hoy día con la tecnología; cada vez somos más difíciles de asombrar e incluso el asombro nos dura pocos días porque estamos esperando a que la “app se actualice” y que con cada actualización venga algo nuevo.
Esa persecución permanente de lo nuevo hace que todo lo que tenemos a mano psicológicamente lo desactualicemos. Basta con que tomemos mucho de lo que usamos hoy día y lo revisemos críticamente sólo para darnos cuenta de que en realidad es poco lo que ha cambiado en su esencia; incluso mucho de esto parece haberse agotado y ya lo que queda es tan solo variar en su diseño y apariencia.
Sólo por poner un ejemplo basta con que tomemos los automóviles: creemos que son muy modernos, pero en realidad lo que tienen es más electrónica y un diseño diferente (su cáscara); siguen quemando gasolina, necesitando aceite y ensuciando el aire con el mismo CO2. La ilusión está en que cada vez traen más accesorios electrónicos y una apariencia “futurista”, pero en el fondo siguen siendo el mismo conjunto básico de hace casi cien años. Tal vez sean más “ecoeficientes” (la forma light de nombrar lo menos dañino), pero ocurre lo mismo que pasa con las balas con menos plomo o las botellas de agua con menos plástico: la bala sigue siendo bala y la botella sigue siendo de plástico. No por esto dejan de ser dañinos.
Hasta aquí he hablado de artículos y posesiones materiales, pero tranquilamente podría salir otra larga discusión sobre la contemplación de la naturaleza y presenciar todo lo que nos ocurre alrededor. A toda hora está pasando algo y no nos damos cuenta. Vuelan las aves, sopla el viento, pasa una nube, llueve, hay Sol, en fin… Tenemos muchos días que salimos de la casa hacia el trabajo y pasamos el día esperando la hora de salida sin presenciar nada… vivimos entretenidos.
Sólo nos entretenemos, no jugamos
Parece que estamos obsesionados con que el tiempo pase… y ojalá rápido. Estamos en la era del entretenimiento y no lo digo solo porque tengamos mucha oferta en este sentido (parques de diversión, cine, televisión, deportes, turismo, etcétera), sino porque buscamos a toda hora estar entretenidos para escapar de algo… no sé exactamente escapar de qué… esa es una cuestión muy individual, pero finalmente escapamos… muchas veces de nosotros mismos y de la realidad en la que vivimos.
Un ejemplo de esto es el que he venido observando en el fenómeno de la gente “workoholic” (adictos al trabajo) y una firme hipótesis que tengo es que huyen de algo en sus vidas personales o tal vez no tienen nada mejor que hacer. Normalmente tienen una vida personal paupérrima y lo único que saben hacer es trabajar, es lo único en lo que encuentran algo de sentido. También son gente con necesidad de que los aprueben y exalten en su trabajo. Cada caso es singular, acá solo hablo de los patrones comunes que observo, pero me da la impresión de que mucha de esta gente se “entretiene” bastante trabajando. La vida laboral es una excelente excusa para pasar de largo.
El punto aquí es la diferencia entre jugar y entretenerse. ¿Te acuerdas cuando eras niño y jugabas? ¿Te acuerdas lo real que podía ser todo? ¿Te acuerdas de que el tiempo pasaba rápido e imperceptible? A los mamíferos nos gusta jugar; estamos diseñados para eso, es una de las actividades más estimulantes, creativas y educativas que conocemos, pero los humanos, la especie “diferente y desconectada del todo”, nos olvidamos de jugar. ¿Te acuerdas del profundo sentido de conexión con el presente que se producía al estar en un juego apasionante?
Trabajo es lo que hacemos entre un fin de semana y el otro, entre un día de pago y el otro, entre unas vacaciones y las siguientes. Pasamos el tiempo entretenidos mientras llegan los días que de verdad nos gustan, los días en los que de verdad jugamos, los días en los que volvemos a ser una versión más natural de nosotros mismos. ¿Qué tendría que pasar para que el trabajo pudiera ser un juego? Una pista: el acto de jugar es intensivo en creatividad e innovación instantánea.
Hasta aquí llegamos con esta entrada. Ya tenemos unas reflexiones y el “racional” del asunto. En la segunda y última parte revisaremos qué podemos hacer para mantener intacta nuestra capacidad de asombro, nuestra curiosidad, creatividad e inclinación por jugar y por tomarnos la vida de una forma más lúdica y genuina.
Para mí, la capacidad de asombro no la perdí, sino que la apagué (no intencionalmente). Es decir, la curiosidad para mí (en algún punto de mi vida) no tuvo un uso «útil», para mi principal propósito que en este momento es el de ser un buen proveedor para mi familia. Pero ahora siento que se pasan los días sin emociones y quisiera hacer ese cambio para mí. Saludos.
Me gustaLe gusta a 1 persona
Apagar la capacidad de asombro va de la mano de abstenernos de agradecer… Empieza a hacerlo, agradece por todo e irás viendo el cambio en ti y en todo… Es así de sencillo. Cuando agradecemos no esperamos nada porque ya sentimos que lo tenemos todo, no hay carencia y falta, y de lo que más tenemos más nos dan…
Me gustaMe gusta
[…] anestesiados: por qué perdemos la capacidad de asombro (primera y segunda […]
Me gustaMe gusta
Amiga, no estaría demás que cites tu fuente de inspiración, veo que vas pasando por todos los capítulos de mi libro Educar en el asombro, incluso que vas cogiendo algunas fotos de mi blog Apegoasombro. Muchas gracias. Un saludo, Catherine L’Ecuyer
Me gustaMe gusta
Saludos Catherine: cuando escribi este par de entradas no conocia ni tu blog ni tu libro, y si las has leído completas, hablo de muchas vivencias mias. Las imagenes estan disponibles en Google, asi que no comparto tu reclamo. Tal vez sea coincidencia de ideas nada mas en un fenomeno relativamente comun.
Me gustaMe gusta