
La emoción de la compra en línea de libros físicos…
Ningún libro en formato electrónico podrá superar nunca esa marea de sensaciones. Nada se compara a esta dulce espera, a este anuncio de llegada y a esa emoción de destapar ese regalo que te das… ¿También te pasa a ti? Más o menos así transcurre esta delicia sensorial…
La compra
Luego de que miras a tu anaquel o biblioteca y te dices a ti misma: “¡Tengo muchos libros, pero todavía no tengo los suficientes…!, ‘esa última edición no la tengo’, ‘esta vida es una sola y nos sabemos si mañana estaremos’, ‘para eso es que trabajo’, ‘Dios proveerá’, ‘entonces para qué el dinero si no es para comprar libros’…” Entre otra plétora de frases autoindulgentes e irresponsables para excusar la búsqueda injustificada de más libros nuevos… o hasta ediciones de segunda mano, no importa…
Ahora pasas a la seductora interfaz de una plataforma de venta de libros en línea, que ahora pululan y que, gracias a Amazon, se esfuerzan por ofrecernos cada vez mejores alternativas para antojarnos más y más.
Bien, empiezas la búsqueda de “ese libro” que quieres… pero ¡oh sorpresa!, porque descubres otros títulos y te das unos paseíllos por ahí viendo de qué van… si estás en tus cabales, una voz interior te dirá: “concéntrate, ve solamente a lo que buscaste y te vas”. Hay unas pocas plataformas que incluyen una breve reseña del libro, otras una muestra de la tabla de contenido y las mejores, que son en realidad muy pocas, incluyen un breve extracto del texto.
Puede que el libro te lo hayas encontrado, que te lo hayan recomendado o que simplemente el algoritmo de anuncios de algún “e-commerce” o de Google te hayan sugerido el libro. Si tengo forma lo busco antes en formato electrónico, lo reviso bien y, si de verdad vale la pena, lo compro luego en papel… puede que sea un pirata en principio, pero también soy consciente de que al paso que vamos podríamos hacerle daño a la industria editorial… y no queremos eso. Es una opinión, también tengo Kindle y leo PDFs, pero el papel sigue imbatible con su magia.
Volvamos… ahora hojeas electrónicamente, ves de qué va el libro si es que no sabías nada de él y un impulso dentro de ti te dice la frase letal: “¡Lo tengo que tener, cómpralo, cómpralo ya, me encanta!”. Y el resto es logística de compra: lo añades al carrito, ordenas los términos de envío y le das ¡Pagar!… desde ese momento eres propietaria de un nuevo libro que llegará a tu casa.
La espera
Te llega un correo electrónico con la factura y los detalles de compra, además de una fecha estimada de entrega. En algunos casos es al día siguiente, en otros he tenido que esperar hasta un mes cuando los libros son de difícil consecución o vienen desde España, Estados Unidos o Argentina.
No sé si te pasa, pero algunas plataformas tienen una opción de “seguimiento del pedido”, entonces entro y veo en dónde va: Adquiriendo producto, producto en bodega, producto despachado, producto en tránsito, etc. A veces miro hasta dos veces en el día en qué punto está: una revisión en la mañana y otra en la tarde… todo depende del punto de la cadena logística en el que se encuentre. ¿No te sientes como un niño esperando su nuevo juguete? Es deliciosa esa “ansiedad”.
El anuncio
Finalmente llega a tu correo el mensaje de envío definitivo de tu libro. Llega el nombre de la empresa de envíos y el código de seguimiento del producto. ¡Creo que varios nos metemos al sitio web a rastrear la guía de envío para ver dónde viene el libro!
Ahora estamos a pocas horas de que llegue, ya no es un “evento distante en el tiempo”, sino un hecho cierto: ¡El libro ya va a llegar! Habrá que hacerle espacio en el anaquel… cuando llegue ¿Dónde lo pondré? ¿Quiénes serán sus compañeros de estantería? Soy de los neuróticos obsesivos que ordeno los libros por temática, tamaño y valor relativo… tengo libros muy costosos y difíciles de conseguir que naturalmente tienen una ubicación privilegiada y otros que… digamos, son buenos, pero de más “aguante”.
La decisión de ubicación no es un tema al azar, es importante. Conozco mucha gente a la que esto poco le importa y arruman los libros en cualquier parte. Los libros, los buenos que tengo, son mi patrimonio… cuido de ellos.

El destape
Este es el momento cumbre de todo el proceso de compra. Finalmente llega el día. A veces hay empresas de courier que te envían un mensaje de texto al móvil anunciando que dejaron tu paquete. Como vivo en un condominio residencial, siempre hay alguien que lo recibe; esta misma persona, minutos después, me anuncia de algún modo la llegada triunfal de mi libro usando la frase convencional: “Señor, tiene un paquete, por favor venga a recogerlo”. Tan pronto como sea posible, voy por él.
Una vez recibo esa bolsa, chequeo la etiqueta y verifico que sí sea para mí. Lo toco por todos lados, trato de pesarlo con mis manos… a veces me digo: “¡Hummm, este es gordito, está pesado!”, o también me sorprendo porque es más liviano de lo que pensé. Todo es cuestión de ediciones, calidades, gramajes de papel, etc.
Ahora sigue el momento anhelado: el destape. Llego a casa, tomo las tijeras y, como si se tratara de un procedimiento quirúrgico, corto el plástico, las cintas de seguridad y la protección que traiga el paquete, hasta que atisbo el precioso regalo: ¡Mi libro! Y con el corazón le doy la bienvenida… es un nuevo miembro de la colección. Estoy convencido de que los libros son manifestaciones conscientes… y en esa coherencia los trato.
Olerlo y tantearlo
Lo que suelo hacer de primero, justo después de destapar el libro es abrirlo para olerlo. Ese sagrado olor a libro nuevo es indescriptible, inescapable. Ya hablé bastante de eso en otra entrada que puedes revisar.
Ese olor es embriagante, solo atino a decir eso. Después empiezo a hojearlo muy despacio, miro su letra, la tipografía que tiene, los textos de la portada, contraportada, solapa… hasta la información de los créditos, lugar y fecha de impresión, quién lo tradujo… luego paso a la tabla de contenido, veo algunas ilustraciones (si las tiene), en fin. Es un ritual de integración y bienvenida… antes de pasar a ubicarlo en su nueva localización.
Ubicarlo
En este punto, y en medio de la emoción de la llegada, desato mi pequeña neurosis: busco la ubicación, determino el tamaño exacto, abro el espacio y hago que el libro entre.
Algunos libros los leo de inmediato, tan pronto llegan. Otros esperan… quizás semanas, meses y hasta años. Ya no me importa. Al final todos son leídos y muchos releídos. En su mayoría serán resaltados con marcadores de color, llevarán notas al margen hechas con lápiz donde dejo preguntas, emojis hechos a mano, asteriscos, estrellas, signos de admiración o interrogación, escribo cuestionamientos cuando no estoy de acuerdo… en fin, para eso los compro, para darme esa libertad.
Ahora uso banderines adhesivos para señalar algunas páginas importantes porque me parece un sacrilegio doblar las páginas para señalarlas… no, no, no, eso no se hace. Me encanta actuar así con los libros que compro porque me da una clase de mensaje de que el libro “ya ha sido trabajado, revisado, rumiado y asimilado”. Cuando un libro que he comprado pasa por mis manos y queda impoluto, sin marcas, ni banderines, ni frases resaltadas, significa solo dos cosas: 1. Que no le presté la suficiente atención o mi estado de ánimo no era el mejor al momento de leer ese libro; 2. Que de verdad fracasé en la elección del libro y no me tocó el alma, me equivoqué, ese texto no era para mí.
Es poco común que esto último me ocurra, porque con los años me he vuelto más selectivo y ya no hago compras tan impulsivas. No obstante, recientemente me ha ocurrido: me pasó con “Viaje a Ixtlán” de Carlos Castaneda; no pude con ese libro y lo abandoné cuando llevaba un poco más de la mitad… disfruté todo el proceso de compra, además de que estaba en oferta a un precio irrisorio, pero el libro en sí no me conectó… Ya se lo obsequié a una buena amiga que lo aprovechará mejor, quedó en buenas manos.
Aquí quiero dejar una nota aclaratoria: los libros de bibliotecas públicas o que alguien más me presta son igualmente sagrados. A esos libros, bajo ninguna circunstancia les dejo marcas o rastros de deterioro o uso. Al contrario, algunos hasta los he reparado con pegante o cinta cuando ha sido necesario. Ningún libro podrá decir que la ha pasado mal conmigo, de ninguna forma.
Poca gente entiende esto, la “devoción a los libros”, y es una sensación extraña, difícil de describir o explicar… me quedo [y nos quedamos] con el gusto y el privilegio de sentirla… Esta entrada es para aquellos que la compartimos. ¡Qué delicia!
❤
[…] El deleite de destapar un libro — Mantenlo Simple – Consciencia, sencillez y minimalismo […]
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Gracias, gracias, gracias
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Jaja, bella descripción del amor por el misterio de las páginas, por su textura, por su forma, pero, sobre todo, por el conocimiento que encierran y que estas ansioso por absorber.
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Cuando esperas un libro con impaciencia sí que te gusta que te avisen de cuándo ha partido el pedido. El día en que llega, te preparas y sí, te recorre una extraña emoción. Yo no quiero salir de casa porque, cuando llegue, quiero recibirlo con mis manos y rasgar el envoltorio con furia y hambre y saltar dentro del contenido sin esperar más. Compro un libro a la vez porque quiero dedicarme a él. Cuando termino, paso al siguiente con el mismo fervor que con el anterior. En cambio adoro profanar la blancura de sus páginas. Yo sí que dejo marcas, apuntes, subrayo. Cuanto más trabajado esté, mejor. Me gustan los libros de segunda mano, son los que tienen alma.
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Sí, los libros de segunda mano también tienen su propio cuento. Algunos adquieren un valor especial porque además ya son escasos o no volvieron a ser editados, entonces cuando se consiguen, se convierten en un tesoro.
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[…] las compras de libros por internet añaden un ingrediente especial. Ya la olfateada no es en la librería, se ha vuelto más íntima […]
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