Clichés sobre la psicología y los psicólogos (segunda y última parte)

 

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 Temporada de clichés

En la entrada pasada iniciamos revisando algunos clichés comunes que tenían que ver con psicoanalizar a todo el mundo, el supuesto amor a Freud, la consejería para dar permiso, la psicoterapia ambulante, la “lectura de la mente” y la supuesta definición de locura. En esta entrada terminaremos con otros clichés. Sigamos…

9. No todos los psicólogos hacemos terapia eclectroconvulsiva, ni hipnotizamos, ni sabemos PNL: Este es otro cliché al que nos enfrentamos los psicólogos con relativa frecuencia. La psicología de supermercado y el cine se han encargado, en parte, de fundar estos mitos. Me he encontrado con gente que me ha preguntado que “si eso de la terapia con electrodos es verdad y que si en la universidad me enseñaron eso… Y que yo qué pienso…”. La respuesta es que este método es relativamente restringido, tal vez usado por alguna facción de psiquiatras gringos que todavía creen en eso… vaya uno a saber… también me han preguntado si sé hipnotizar y la respuesta es no.

Fuera de eso, sobre todo en el ámbito organizacional, a la mayoría de la gente también le dio por creer que la Programación Neurolingüística (PNL) también es psicología y que los psicólogos nos sabemos todos los métodos “mágicos” que ofrece esta disciplina. La respuesta es ¡NO! No sabemos PNL, a menos que nos hayamos certificado en ella. Como psicólogos no tenemos que saber de ventas con PNL, enseñanza con PNL, búsqueda de pareja con PNL, cocina con PNL, socorrismo con PNL, coaching con PNL, maternidad de gallinas con PNL, circuncisión de pollos con PNL, cepillado de dientes con PNL y hasta parpadear con PNL.  La PNL parece que sirve para todo en la vida…

10. No tenemos que leer ni conocer todos los libros de autoayuda (o llegar a escribir uno): Este es otro cliché permanente. No sé quién dijo que los psicólogos nos conocemos todos los libros de autoayuda. Hay algunos de estos libros que son bastante útiles en procesos de cambio, psicoterapia e intervenciones, pero también es una realidad que muchos de ellos son basura escrita que se vende como pan caliente en los supermercados y que están llenos de “verdades” obvias, consejos y recetas sobre “cómo vivir una vida plena y feliz”. Muchos de estos libros son los que alimentan los clichés que rodean a la Psicología y no me extraña que la gente del común tenga esos imaginarios tan diversos sobre lo que es este oficio. Si hay algo que se venda fácil es un cliché porque no exige pensar; los clichés se tragan enteros y eso es cómodo.

11. El hemisferio derecho es la salvación de la humanidad: Cercano al cliché anterior está el “mito del hemisferio derecho”. He visto desfilar cuanto consultor y metodología que habla de “rescatar” el hemisferio derecho y de que esto y lo otro, y que la creatividad, y que la visualización con el hemisferio derecho, y que salvar el mundo con el hemisferio derecho, y que la educación desde el hemisferio derecho, y que forjar mejores líderes con el hemisferio derecho, y que irse de vacaciones con el hemisferio derecho… y cuanta tontería que, a leguas, desconoce la complejidad natural del funcionamiento hemisférico del sistema cerebral.

Aquí hablo de un cliché que han creado varios de mis colegas, no de un cliché que le la gente del común le ha creado a la profesión. Conozco varios «psicólogos–consultores» que cuando los escuchas pareciera que te estuvieran diciendo que lo único que sirve en el cerebro es el hemisferio derecho y que el resto es desechable… y si te descuidas te dicen que el hemisferio izquierdo es una tremenda equivocación usarlo…

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Lo que me provoca preguntarles es cómo carajos están hablando todas esas babosadas (que necesitan del hemisferio izquierdo para articularse) y cómo carajos planean liquidar la abultada factura que cobrarán por sus dudosos servicios de consultoría en el uso del hemisferio derecho (necesitan del hemisferio izquierdo para calcular cuánto cobrar). Toda esta sinrazón responde al desconocimiento del funcionamiento integral del cerebro. El hemisferio derecho soñó con ir a la Luna y el izquierdo fue el que puso el vehículo lunar allá. Lo hicieron juntos y ya.

12. El efecto Mozart es infalible para tener niños perfectos y ganar exámenes que parecen imposibles: ¡Hey, hey, hey… despacio! Lo que mucha gente no sabe es que esta afirmación se basó en un estudio hecho como en 1993 sobre unas bases metodológicas un poco flojas, pero que bastante pronto le prendió el bombillo a varias casas disqueras y compañías que producen material educativo (la mercadotecnia es una fervorosa usuaria de los adelantos de la teoría psicológica). Adicional a eso, como el mercado cree fácil en cualquier fórmula mágica, pues ahí vinieron las ventas… y luego de que alguien dijo que las vacas producían más leche si se les ponía Mozart… mejor dicho. Esta tendencia al pensamiento mágico también contribuye a la incubación de clichés. El secretico es que en general cualquier tipo de música a 60 compases favorece el funcionamiento cerebral, la concentración y la memoria (no sé si también a las vacas…). La Internet está plagada de explicaciones y guías sobre esto por si te interesa.

Rorschach13. No todos sabemos interpretar el test de Rorschach (sí, el famoso test de las manchas que le fascina a Hollywood): El cine estadounidense se ha encargado de crear un halo de misterio y fascinación por el test de Rorschach. Sí, hablo de este profundo test gráfico–proyectivo que se basa en unas manchas que luego hay que interpretar y que dependiendo de lo que digas arroja un diagnóstico u otro… El Rorschach se ha vuelto el estándar hollywoodense de lo que debe usarse para saber si alguien está cuerdo o no, o si tal o cual personaje es o no es el asesino “loco” que luego pondrá la bomba, planeará las muertes en serie o ejecutará un genocidio… más clichés cinematográficos que luego veremos.

Me he encontrado en muchas fiestas [y almuerzos] siendo interrogado sobre esta prueba. Mi respuesta es simple y sincera: Esta es una prueba que sé que existe, pero que no la manejo… La gente que conozco y que sé que trabaja con ella se tomó casi un año aprendiéndola en un largo y exigente proceso de certificación, luego dos años para entenderla bien y luego otros dos para dominarla aplicándola con relativa frecuencia… o sea casi cinco años en total, así que no creo que el test de Rorschach sea un chiste como para hablar tan olímpicamente de él como lo hacen en Hollywood.

14. Los psicólogos estamos lejos de destilar perfección: Mucha gente cree que por el hecho de ser psicólogos somos unos budistas iluminados y que ya nos corresponde volar por encima de este mundo. Somos tan falibles, vulnerables y limitados como cualquier ser humano. La única diferencia es que decidimos estudiar una profesión de servicio que nos exige unas características especiales en términos de quiénes somos y de lo que ponemos en juego en la relación con ese otro que acude a nosotros. Mientras más nos conectemos con nuestra genuina humanidad más impactaremos en el alma de quienes nos buscan; ese es el secreto de los buenos psicólogos que conozco y que admiro… los que por su propio proceso han sabido salirse de muchos clichés.

Hay otro cliché común que escucho con frecuencia y es el de que los psicólogos estudiamos psicología porque somos “malos” con los números. No sé qué sea ser “bueno o malo” con los números. Conozco administradores de negocios en bancarrota e ingenieros que son buenos con los números y a los que últimamente se les caen edificios. Es una realidad que muchos (as) de mis colegas estudiaron psicología con la creencia de que podían huir de los números, pero se equivocan porque el universo está escrito a base de matemáticas y la psicología también exige números sobre todo en el ámbito organizacional, investigativo o educativo. Otra cosa es que ser “bueno o malo” con los números no tiene nada que ver con una profesión; tener una habilidad no necesariamente va ligado a ejercer una profesión.

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Un último cliché se lo debemos al “cara dura” de Daniel Goleman que con su libro “La Inteligencia Emocional” creó un concepto extenso y gaseoso que confundió a todo el mundo sobre el valor de las emociones y sembró la creencia y la angustia del “calmémonos todos” porque está mal sentir cosas. Este conductista con piel de budista y amigo personal del Dalai Lama, le faltó explicar que las emociones siempre están ahí diciéndonos cosas, que no nos podemos volver unos robots pusilánimes, fríos y alexitímicos frente a la vida… claro, se le abona el hecho de que nos invite aprender a controlar nuestras emociones y evitar dejarnos gobernar por ellas (los budistas y taoístas llevan más de 2300 años diciendo lo mismo sin cobrar), pero ha hecho carrera esta frivolidad de ser “inteligente emocionalmente” sin entender en el fondo qué implica eso, sobre todo cuando las emociones están alojadas en nuestro cerebro reptil-instintivo y tratamos de aplacarlas a punta de razones. También se le abona el hecho de que el condenado vende libros como loco.

Ni qué decir cuando eres psicólogo. No tenemos derecho a expresar nuestras emociones porque se supone que debemos ser esta cosa y la otra… nuestro discurso psicológico también ha contribuido a moldear estos clichés, no lo niego.

Hasta aquí llegamos con este paquete de clichés. Puede que haya más, pero estos son los que mi experiencia directa me han permitido vivir y presenciar. Medio sarcasmo, medio burla, medio abrir los ojos. Espero que todo esto no sólo te ayude a ver de forma distinta lo que es la Psicología, sino hasta tu propia profesión u oficio. Gracias por cualquier comentario que tengas.

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