Temporada de clichés
Luego de llevar más de catorce años metido en el mundo de la Psicología creo que tengo suficientes elementos de juicio para burlarme de los clichés que envuelven esta profesión y su saber. Vamos al grano de una vez…
1. “¡Uy, entonces no me psicoanalices!”: Ya perdí la cuenta de las veces que he escuchado esta frase o sus derivaciones. Incluso hay muchas ocasiones en las que “pienso antes” de decir que soy psicólogo y mejor digo que tengo otra profesión. No sé por qué la gente piensa que si uno es psicólogo se la pasa “revisando”, “analizando” o “juzgando” a la gente. Yo trabajo de 8 AM a 5 PM todos los días, y en mis horas personales estoy igual de cansado que el resto de la gente y con poco interés por seguir “ejerciendo” e incluso, en mis horas laborales, tampoco es que “gaste” la psicología hasta la saciedad.
La gente que cree esto es como si por ejemplo un mecánico automotriz se la pasara en la calle buscando autos y revisándolos para ver si están dañados… para luego ofrecerse a repararlos. Si de verdad fuera así, los psicólogos seríamos unos pesados y aunque debo reconocer que esa bobería le da a cualquier estudiante en sus primeros semestres de universidad, pronto se nos acaba el embeleco de andar psicologizándolo todo.
2. En serio, a los psicólogos nos gusta disfrutar las fiestas en paz: Al igual que a los médicos, las enfermeras, los abogados, odontólogos, trabajadores sociales, contadores, etcétera, a quienes les piden minutos de trabajo gratis… También nos gusta que nos dejen disfrutar de la fiesta en paz. Por favor no nos molesten pidiéndonos terapia breve mientras cambian la canción o sirven la comida. Estamos en la fiesta como están ustedes. No es momento para escucharles, salvo que de verdad se trate de una urgencia extrema, cosa que sería bastante extraña.
3. No estudiamos para arreglar problemas sentimentales ni para hacer terapia ambulante: Esto lo digo especialmente por varias amigas (mujeres) que son bastante propensas a esta clase de consulta ambulante. Muchas de ellas hicieron mal la tarea de escoger pareja y, ahora que están en problemas con su querido pelafustán, aprovechan cualquier momento para pedir consulta gratis pero, más allá de eso, la conversación se vuelve en un monólogo en el que explican hasta la saciedad por qué el novio, amigo, esposo o machacante es un granuja de lo peor y por qué creen que él debería cambiar.
La cosa se pone más sorprendente e incómoda cuando finalmente llega la pregunta: “Oye, con todo lo que te he dicho, ¿Tú crees que él cambie?”. Mi querida amiga, de una vez te digo que no sé y creo que ningún otro psicólogo lo sepa. Tú fuiste la que escogió, tú fuiste la que se metió en ese problema, tú verás como sales de él. Además, siendo sincero, mientras me cuentas todo esto sólo se me ocurre pensar en por qué no le das una patada y lo mandas lejos de tu vida… así que en el fondo no soy de mucha ayuda.
Este caso también aplica para algunos eventos aislados en los que hay madres de familia que te cuentan la “problemática” de sus “díscolos” hijos esperando algún consejo sobre cómo “arreglarlos”. La psicología infantil es una rama altamente especializada y exigente. Cualquier cosa que le digas a una madre puede que la tome literal y vaya uno a saber qué haga con ella. Ningún psicólogo en sus cabales te dará un “consejo” ligero sin entender bien de qué se trata el caso. En la facultad nos enseñan hasta la saciedad que el comportamiento de los niños casi siempre es producto del “desorden” de los padres (cuidadores) así que el caso habrá que tomarlo con pinzas.
4. No estudiamos para dar consejos, ni abrazoterapia, ni permisos a nadie: Vamos despacio por aquí. Antes que nada, la consulta psicológica se hace en un ambiente específico buscando que ocurra algo. El punto es que mucha gente piensa que los psicólogos estudiamos solo para dar consejos, lo cual es falso en muchos sentidos. Una de las cuestiones más potentes en cualquier intervención psicológica es ayudarle al consultante a que llegue a sus propias respuestas y a que encuentre su propio equilibrio perdido. Esta tal vez sea la mejor forma de construir cambios profundos, genuinos y duraderos.
Dar consejos es una forma de anular la capacidad del consultante para encontrar sus propios caminos y es en cierta forma una manera soterrada de crear una relación de poder que no es sana: “Soy el psicólogo y sé qué es lo que tú tienes que hacer… y como tú eres inferior e incapaz de hacer algo de valor con tu vida ven acá que yo te explico”. Sé que suena duro y descarnado, pero por lo menos en mi caso creo en una psicología que empodere a la gente para responsabilizarse de su vida.
Por eso no esperes tampoco buscar un psicólogo que te dé permiso para terminar con esa relación tóxica, que te indique que debes divorciarte, que te compadezca por tu depresión (de la que tampoco quieres salir) ni nada parecido a la “pobrecito–terapia” o la “victimología” de la que gusta tanta gente hoy día; los psicólogos no existen para cargar a nadie como muchos creen. Mira hacia adentro y toma tus decisiones. Busca un psicólogo para hacer un proceso, poner tus ideas en orden, tomar tus decisiones y poder sanar tu interior… y punto.
5. No todos somos “fans” de Freud… y es más, ni siquiera lo entendemos del todo: La mayoría de la gente cree que los psicólogos somos fieles seguidores de Freud y que creemos en la idea de la envidia del pene, el complejo de castración y que todo lo malo que nos ocurre de adultos viene de la infancia, etcétera. Hubo muchas otras cosas que este hombre formuló. Les cuento que el psicoanálisis (del que Sigmund Freud es su fundador) no es Psicología en el estricto sentido epistemológico. Es más, si me lo preguntan, muchos psicólogos terminamos la universidad sin si quiera entender bien su teoría. Personalmente lo respeto y admiro… Freud, de lejos, fue una de las mentes más brillantes del siglo XX… también le agradezco su «escaramuza» con Carl Jung, pero hasta ahí.
6. Hacer psicoterapia no implica acostar a la gente en un diván y “arreglarla”: Consecuente con lo anterior, la mayoría de la gente tiene el cliché de que la psicoterapia se hace acostándose en un diván, hablándole al viento, mirando a la pared y con el terapeuta sentado detrás sin verlo. Así se hace el psicoanálisis, pero la psicoterapia es distinta. En muchas películas esto se ve así… pero en las películas nada más. La realidad es otra, se habla de frente, mirando a los ojos, con los gestos y con todo lo que salga ahí. La psicoterapia no es para arreglar a nadie, es un ejercicio deliberado para restaurar el equilibrio y debe ser una decisión natural que surja del alma.
7. Sólo “van” al psicólogo las personas “locas”: Esta frase la he escuchado hasta el cansancio. Es el cliché por excelencia porque casi nadie es consciente de su propia “locura”. Sólo van al psicólogo las personas valientes que quieren hacer algo con su vida. Hay que estar muy “loco” para negarnos a sí mismos que en realidad lo estamos y que, fuera de eso, tampoco necesitamos ayuda; hay que estar muy “loco” para seguir fingiendo que todo está perfecto cuando en realidad no es así. Son distintas definiciones de locura.
Adicional a este cliché está el de que «los psicólogos están más locos que sus pacientes». Puede que sea cierto. En esta profesión como en todas hay gente que uno dice: ¿Cómo carajos estudio esto… y logró graduarse…? Pero bueno, ahí están, ahí van, no los juzgo. Otra cosa es que si como psicólogo haces trabajo personal y te enfocas en tu propio crecimiento interior (antes incluso de salir ayudar a otros) te vuelves más tú, más genuino (a) y cuando eres así es bastante fácil que te tomen por “loco”, que te juzguen como alguien “raro”. De todos modos hay que tener cierta dosis de locura para estudiar esto… y para estudiar Ginecología, Odontología y cualquier otra cosa que implique meterse literalmente en el cuerpo y la mente de otra persona…
8. No leemos la mente, ni somos psíquicos: este cliché sí que es socorrido. La mayoría de la gente piensa que leemos la mente o que tenemos alguna clase de súper poder para meternos en la cabeza de la gente. Nada más alejado de la realidad. Tal vez somos capaces de leer ciertas cosas en la gente, pero no es ciencia oculta ni magia; es una habilidad que se construye con estudio, entrenamiento y sobre todo con mucha experiencia. Los psicólogos tampoco tenemos el secreto para saber siempre cuándo es que la gente miente. Somos seres humanos “engañables” también.
Conectado con el cliché anterior hay que aclarar que tampoco sabemos interpretar los sueños y tampoco andamos con un catálogo de “símbolos oníricos” debajo del brazo. La gente cree que sabemos de memoria la lista de significados de los sueños; hablo de ese folletico “vulgar” que venden en las calles o en los supermercados de cadena y que explican lo que “significa” soñar con tal o cual animal. Como psicólogo te puedes encontrar fácil en conversaciones como esta en la que alguien te cuenta la siguiente perla: “anoche soñé con unos perros… ¿Tu sabes qué significa eso? ¿Si es verdad que si uno sueña con perros significa que le van a venir a cobrar dinero o alguna otra deuda que tenga? ¿Qué opinas?”. Adefesios como este pueden escucharse en este oficio. No me voy a meter con una disertación teórica sobre el significado de los sueños, pero de una vez digo que es un mito que los sueños se interpreten así y mucho menos que uno como psicólogo tenga un catálogo (o una aplicación móvil en el smartphone) para interpretar sueños.
Lo peor viene después cuando no tenemos repuesta para “interpretar” el sueño y quien te preguntó te mira con desdén y cierto dejo desconfianza como diciendo: ¡Tú eres un psicólogo que no sabe cómo interpretar un simple sueño de perros…! Y luego viene una mirada despectiva que pareciera decirte ¡Incompetente!
Váyanse a la mierda, les insisto, no interpretamos sueños.
Y hasta aquí de clichés por ahora. Continuaremos con los que faltan en la siguiente entrada de la próxima semana.
[…] dar consejos y recordé que estaba en mora de “dispararle” a este tema. Como lo mencioné en “Clichés sobre la psicología y los psicólogos (P1)” dar consejos genera varias complicaciones, no solo para quien los da, sino para quien los recibe. […]
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