El «mico» de dar consejos

Tomado de: https://www.flickr.com/photos/kika_2007/4686889900/
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Ocho razones para no echarse el «mico» dando consejos

Hace poco revisé la entrada de Nubia Arrebola sobre dar consejos y recordé que estaba en mora de “dispararle” a este tema. Como lo mencioné en “Clichés sobre la psicología y los psicólogos (P1)” dar consejos genera varias complicaciones, no solo para quien los da, sino para quien los recibe. En esta entrada daré algunas razones de por qué considero que no debemos dar consejos y de por qué creo que hay que recibirlos “a beneficio de inventario”.

Sugerir, recomendar, aconsejar

Voy a empezar haciendo algunas diferencias “semánticas”. Hay que distinguir entre las sugerencias, las recomendaciones y lo que en adelante llamaremos “consejos”.

Sugerimos cuando decimos algo como una idea que podría o no hacerse realidad, cuando invitamos a la acción con una o varias alternativas; al sugerir hay cierta consciencia de que quien la recibe está en libertad de aceptarla o no. Incluso, si somos conscientes, también entendemos que nuestra sugerencia tiene cierto margen de error.

Recomendamos cuando buscamos el bien futuro para alguien o algo. Si lo miramos con cuidado, la recomendación casi siempre lleva implícita la autoridad derivada ya sea por el conocimiento cierto de algo o la experiencia concreta. Una recomendación sin sustento suena más como una sugerencia. Podríamos decir también que la recomendación es una forma de orientar e incluso de educar.

Aconsejar o “dar consejos”, para efectos de lo que sigue, es decirle a alguien cómo debería o tendría que hacer algo. Insisto es que es una cuestión semántica, pero nos sirve diferenciarlo así.

El problema central de los consejos

Dar consejos es una forma de anular la capacidad de las personas para encontrar sus propios caminos; dar consejos es ver al otro como un ser incapaz de hacerse cargo de su propia vida y de sus decisiones personales. Los consejos son una forma de ver al otro como inferior. Aquí hablamos de los consejos no pedidos, porque los que sí se piden se parecen más es a “recomendaciones”. Veamos uno a uno los problemas que trae implícito el “dar consejos”:

  1. Son la semilla para crear relaciones de “poder”: cuando me siento con el “derecho” de “aconsejar” a alguien diciéndole cómo tiene que actuar, implícitamente estoy asumiendo una posición de supuesta superioridad que no me corresponde; es como si hubiera un duendecito interior diciéndome: “¡Debes guiar a este pequeño ser que no puede hacer nada con su vida y que te necesita a ti para que lo orientes!”. Cuando me siento con derecho aconsejar es porque creo que “sé lo que le pasa” al otro y creo en que “tengo la solución correcta” para lo que le ocurre; incluso puede pasar que yo asuma que lo que ocurre eventualmente sea un problema para esa persona, cuando en realidad ni siquiera lo era.
  2. Es echarse “un mico” encima: sean bien intencionados o no, cuando nos damos a la tarea de aconsejar a alguien nos estamos echando encima la responsabilidad (el mico) sobre las decisiones que autónomamente le corresponde tomar a esa persona. Así de sencillo.
  3. Se requiere autoridad para darlos: para dar un consejo, al margen de que te lo pidan o no, es necesario tener autoridad. Lo contrario a decir qué hacer sobre algo, si no se cuenta con autoridad o experiencia, no es más que una opinión, una sugerencia. He observado que cuando alguien es consciente de la situación y tiene autoridad para aconsejar, más fácil se abstiene de hacerlo porque entiende lo que pasa con más amplitud y en todas sus aristas. Haber transitado por un problema lo vuelve a uno más prudente sobre el mismo.
  4. Aconsejamos para “autolimpiarnos”: tú y yo tenemos “rabo de paja” (nuestros pecados…) y fuera de eso somos inconscientes de nuestra propia locura. Muchas veces damos consejos sobre cosas en las que ni siquiera creemos o que ni siquiera hemos hecho. Esto no pasa de ser una simple opinión. Aconsejar a los demás sirve para sacar nuestros errores y disfrazarlos con un aura de “falsa eficacia”, como si siempre hiciéramos las cosas bien; nos atrevemos aconsejar cuando en realidad lo que hicimos fue sacar la lección de un error que cometimos; la experiencia es útil y enseña, pero el problema es usar el consejo para darle cátedra a los demás y así limpiar nuestro ego y venderlo “bonito”.
  5. Es una forma de castrar la creatividad: cuando aconsejamos a toda hora, sobre todo a personas que tienden a ser dependientes de nosotros, es también una forma de crear relaciones de poder y de castrar la posibilidad de que el otro se empodere de sus propias decisiones y sus consecuencias. Conozco mucha gente que no da un paso sin “pedirle consejo” a sus padres o parejas; esto sirve de vez en cuando, pero si se hace siempre es síntoma de que algo no anda bien.
  6. Los consejos son temporales y relativos: cada situación se manifiesta en su contexto. Puede que a ti y a mí nos haya ocurrido lo mismo en condiciones parecidas, pero esto no asegura que las cosas sean iguales. Otra cosa es lo que yo alcance a ver sobre la situación “desde afuera” y otra muy distinta es estar “adentro” de lo que ocurre. El mundo desde afuera se ve sencillo y cuando las cosas no me pasan a mí es más fácil decirle a los demás qué es lo que tienen que hacer. Esta es la dicotomía entre lo real y lo imaginario.
  7. Los consejos son una forma de pensar para atrás: ¿Te has encontrado con esa gente que una vez que ya pasaron las cosas tienen las soluciones para todo? Esos son los que empiezan a decir: “¡Si ves, es que tu debiste haber previsto esto… es que hubieras hecho esto, lo otro y lo de más allá!”. Entonces si ellos lo tenían tan claro ¿Por qué no levantaron la mano y dijeron algo a tiempo? Se pueden largar lejos con sus consejos.
  8. Los consejos ayudan a confundir: para el caso de quien recibe el consejo, recibirlos puede generar más confusión, sobre todo si uno mismo no es el primero en saber qué es lo que quiere.

El consejo vale o no dependiendo de quién venga. Es uno mismo quien al final decide qué hacer con todo lo que recibe. Se me ocurre pensar que un consejo útil es cualquiera que me ayude a simplificar lo que estoy viendo complicado. Otra cosa que me repito hasta el cansancio es: “Escucho a la gente que tiene las razones, pero sigo a la que tiene los resultados”. Tengo algunos amigos y familiares que suelen estar prestos para decirme con ligereza lo que yo debería hacer (aconsejarme)… cuando veo sus vidas no son propiamente un ejemplo de eso que me acaban de aconsejar… sencillamente no los escucho.

3 comentarios en “El «mico» de dar consejos

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