Técnicas básicas para mandar a la mierda a otros

Mantras-simplicidad

Ojalá nos hubieran enseñado desde pequeños a creer en nosotros mismos. Probablemente la vida sería más simple y tranquila, lejos del complejo entramado de miedos, confusiones y dudas en el que vivimos y del que, infructuosamente, pretendemos salir.  Paralelo a esto, como una forma de expiar nuestra propia inseguridad, también aprendemos a jugar a “cagarnos” en la seguridad de los demás. Revisando un poco el asunto, ensayaré con las siguientes “técnicas” para mandar a la mierda a cualquiera, incluso a nosotros mismos.

¿En cuánta gente estás pensando?

Tal vez ésta sea la primera y única técnica. Digamos que las otras son una derivación. Se trata de un sencillo ejercicio relacionado con ser conscientes de qué hacemos y a favor o en contra de quién, es decir, a qué persona le estamos dando poder.

Un ensayo simple: ¿Hoy cuando te vestiste a quién pensabas agradar con tu ropa? Si te querías poner algo y cambiaste de opinión porque “¡Qué tal si… a tal o cual persona no le gusta lo que me pongo o me dice algo por mi ropa…!”, entonces no estabas pensando en tu comodidad y tranquilidad sino en dar gusto a alguien más.  Sí, es así de sencillo, y aunque ahora mismo estés pensando en que ¡Nooo, ese no soy yo, yo no actúo así! Solo piénsalo un poco más y te darás cuenta de que hacemos un montón de cosas pensando en lo que opinarán los demás.

Ve más allá: Piensa en el trabajo que tienes, la pareja que te acompaña, los amigos con los que sales, la carrera que estudiaste, el oficio o profesión que escogiste, los viajes que haces (o dejas de hacer), en las películas que ves, los libros que lees, los sitios que frecuentas, las rutas que tomas, las tradiciones que sigues, la religión que profesas, la idea de dios que tienes (sobre todo si es ese dios vengativo, emocionalmente inestable y furioso de la Biblia Judeo–Cristiana), las modas en las que te subes y en general muchas cosas que haces y en las que crees firmemente como “correctas” y como “ciertas” ¿En realidad sí son tan tuyas? ¿En realidad las escogiste? ¿En realidad te hacen ser quien eres?

A nadie le importas (de verdad)

Todos estamos pensando en sí mismos. Sí, al pensar en la reacción de los demás en realidad estás pensando en ti mismo (a). Si te importa cuidarte del qué dirán los demás es porque estás evitando el dolor de sentirte rechazado o ridiculizado, así que al final del día de nuevo estás pensando en ti, no en los demás. En todo caso, la mayoría siempre estamos pensando en nosotros mismos todo el tiempo, por eso no nos importan los demás.

Si a esto le sumamos que nos sentimos tan especiales, únicos y dignos de atención (ego) por eso es que necesitamos la atención de otros, pero no a ellos, sino solo su atención. Estamos atravesando la enfermedad social de la atención, nos hemos vuelto adictos a ella. Vivimos tan ensimismados que solo atendemos a los otros que satisfacen algo nuestro o que nos dan algo que nos importa.

Imagina que estás imponiendo una «nueva moda»

Esto es divertido. Tan solo imagina que siendo quien eres estás imponiendo una nueva moda: la moda de ser tú mismo (a), y haz lo que quieras hacer. Si no le estás haciendo daño a nadie ni a nada, tan solo “impone tu moda”. Un ejemplo: Si eres de aquellos que no se leyó “50 Sombras de Grey” y mucho menos te fuiste a ver la película, al contrario de lo que hizo el 97% de tus amigos, y luego cuando les cuentas tu herejía te miran con sospecha y extrañeza, solo piensa: ¡Estoy imponiendo una nueva moda! La de no hacer lo que todo el mundo hace, la de no hacer lo que no me importaba. No hice lo que no quería porque sencillamente no tenía la compulsión de encajar con el resto.

Todo el mundo quiere tu atención ¡No se la des!

Te reitero esto de que: ¡Todos, al final, estamos pensando en nosotros mismos! Cuando alguien te critica, te cuestiona o te dice algo que tienes que hacer, es porque en cierta forma quiere probar su poder sobre ti, quiere saber si puede hacerte actuar como ellos piensan, quieren tu atención. «Lo que dice Juan sobre Ana, dice más de Juan que de Ana». No tienes que darles un portazo ni voltearte, simplemente ingéniate la forma de no prestarles atención. Eso sí, prepárate para el drama que vendrá después porque habrás destrozado una parte fundamental de su sentido de identidad.

Los demás están tanto o más inseguros que tú

Sí, cada uno de nosotros quiere la aceptación de los demás. Unos en mayor o menor grado, pero al final la droga viene siendo la misma. La buena noticia es que en promedio todos compartimos las mismas inseguridades y estamos en la misma disposición a hacer lo que sea por aplacar todo ese miedo ancestral que arrastramos. Unos se llenan de cosas, otros se retraen, unos consiguen pesados empleos con títulos rimbombantes, otros se hacen cirugías estéticas que no necesitan y otros hacen dos maestrías y un doctorado, pero al final todos estamos más o menos igual de inseguros.

Por eso la comodidad de vivir la vida del libreto, la vida que encaja, la vida con plan. También por eso es tan peligroso salirse de ahí, por eso recibes tantas miradas de extrañeza y de sospecha cuando decides ser tú, cuando decides pensar por ti misma.

Todo es relativo: dale la razón al que la quiera [y la necesite], así no la tenga

“Tener la razón” es una droga para muchos de nosotros. Leemos, estudiamos, analizamos, hacemos espinas de pescado, pruebas rigurosas y al final nos metemos en unos ensayos que prueban nuestra teoría. Estamos tan empecinados en probar lo que creemos, que incluso las pruebas contrarias no las aceptamos. Pero cuando vas abriendo los ojos y te vas dando cuenta de que todo es relativo, de que los juicios sobre algo dependen del contexto desde el cual se fundan, pues ahí se nos desbarata todo. Lo bueno para unos puede ser muy malo para otros.

Poco a poco he aprendido a darle la razón a todo el mundo. En principio todos me miran con extrañeza porque es algo que crea mucha confusión. A la mayoría de la gente le gusta “estar segura” sobre lo que uno piensa, saber en qué terreno pisan cuando hablan contigo, pero cuando le das la razón a este, al otro y aquél, simplemente se confunden. Incluso no falta el osado que te diga: ¡Pero tú no tienes una posición, tú estás de acuerdo con todo el mundo! Y no es que esté de acuerdo con todo el mundo, solo es cuestión de que ¡No importa lo que yo piense! ¡No importa lo que en general nadie piense! Porque siempre estamos cambiando de parecer.

Nada de esto es fácil, este no es un curso para entrar en la gracia angelical, cuesta mucho trabajo aplicarlo, incluso puede ser impopular y detestable al principio, pero una vez que lo empiezas a interiorizar, una vez que vas abriendo los ojos, te das cuenta de la simpleza y sencillez que le dan a tu vida.

“Sé selectivo en tus batallas, a veces tener paz es mejor que tener la razón”

¿Qué o a quién tienes que mandar a la mierda…? ¿Para cuándo…?

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