En la entrada pasada ya le conté a mi “yo pasado” lo que mi “yo presente” ha podido aprender sobre el dinero. Ahora veremos algunas lecciones sobre la vida práctica o terrenal.
1. Actúa en pequeño, piensa en grande y ponte un límite: Vas a vivir en la sociedad de los superlativos y la comparación. Siempre estarás en guardia revisando quién tiene más o puede más y terminarás construyendo una vida permanentemente frustrada porque al final descubrirás que casi nunca hay límites para el “progreso” y la “in-suficiencia”. Este ambiente te impregnará de unas enfermedades que son como un cáncer: “la enfermedad del dinero”, “la carrera de ratas” y la “impotencia”, de las que ya hablamos en la entrada anterior.
Quiero invitarte a que entiendas y definas bien tu concepto de lo que es suficiente. Nadie más podrá decidirlo. No obstante, de una vez te advierto que no será fácil porque en la sociedad de los superlativos nunca nada es suficiente, es más, aspirar al equilibrio es como una especie de “delito” o “contrasentido” que se enfrenta a la aspiración de ganar mucho y “tener un crecimiento sostenido”. Si llegas a un punto en el que te detienes, mantienes un equilibrio y declaras que para ti ya es suficiente, serás una clase de loco y te juzgarán duramente.
Actuar en pequeño y construir en grande está lejos de la lógica de “megaproyecto”. A lo que te quiero invitar es a que construyas grandes acciones en tu vida dando pequeños pasos. Lo grande o lo pequeño depende esencialmente de ti, de nadie más. Te repito, eso sólo lo defines tú. El punto aquí es que no pretendas coger todo el cielo con una sola mano, sino que más bien enfócate en dar pasos en la dirección correcta para ti. Haz que eso se te vuelva en una obsesión sana, en un camino que decides recorrer, incluso así sea un camino al margen del que recorren todos los demás.
2. Participa y hazte cargo (hazle el quite a la impotencia): Vas a vivir en un mundo donde sentirás que hay poderes mayores que tú y que no puedes influir realmente en nada. Vas a estar expuesto a un sistema que se encargará de incubarte un pensamiento de víctima y de todas las formas posibles buscará que te creas el cuento de que no puedes hacer nada diferente a obedecer y seguir al resto de la manada.
Nada más alejado de la realidad. Aprende rápido e interioriza la profundidad de dos ideas: “el poder de uno” y el valor de “el ejemplo”. Hace años aprendí la regla del 1–9–90, es decir, el 1% de la población influye en el 9% que se anima a seguirlos y que por su acción luego termina arrastrando al otro 90% que sin darse cuenta hace lo que este primer 10% influenció. Aunque esto se ha estudiado con cierta rigurosidad, quien me enseñó esta sencilla regla me mostró que es sentido común aplicado y que es algo fácil de ver en la práctica.

Del mismo modo te invito a que lo observes en los grupos y organizaciones en los que participas: verás que el 1% de la gente, sin importar su posición o creencias, influye en el otro 99%. A esta clase de gente la llaman “líderes”. La cuestión tuya está en decidir a cuál porcentaje quieres pertenecer y en qué momento. A veces seguir a alguien puede ser lo mejor. Descubrirás también que se ha mitificado y endiosado el liderazgo, y que muchos líderes llegaron a serlo porque en un momento de sus vidas supieron a quién seguir o supieron de quién alejarse para luego abrirse su propio camino.
Cuando te hablo de participar y hacerte cargo me refiero a que generes cambios y actúes en coherencia. Verás que tu ejemplo arrastra. Siempre habrá alguien dispuesto a seguirte si percibe tu coherencia. Si quieres construir una sociedad que lea, dedícate a leer y a contarle a mucha gente sobre lo que lees… verás que alguien más se animará a leer (el 9% de la gente que te escuchó) y tu pequeño acto terminará influyendo en más y más gente. Participar no tiene que ver necesariamente con votar cuando hay elecciones o hacer marchas y llevar pancartas; estas son sólo algunas formas de hacerlo. Participar es empoderarte, es hacerte cargo de algo de principio a fin, es hacerte cargo de lo que te importa y cuidarlo. Participar es el lado contrario de la impotencia. Así de simple.
3. Comprende que todo lo que haces tiene un efecto: Esto siempre me lo recordaron después de haber cometido alguna falta o de haber hecho algún daño, pero muy pocas veces me mostraron la tremenda importancia de esta sencilla verdad: todo lo que digo y hago tiene un efecto. Mi vida de hoy es el efecto de lo que decidí hacer ayer y lo que hago hoy construirá la vida que viviré mañana. Esto se puede llamar “pensar en las consecuencias”, pero es mucho más que eso; es la conciencia de autorresponsabilidad, la conciencia de que lo que me ocurre, por triste y sombrío que pueda parecer, por feliz y embriagador que se presente, me ocurre a mí por mi propia cuenta, incluso así provenga de alguien más en cuyo caso está en mis manos decidir cómo afrontarlo.
4. En la práctica todo tiende al equilibrio: Para algunos esto puede sonar esotérico o a discurso de maestro zen, pero en realidad tiene un sencillo efecto práctico que puede ayudar a simplificar nuestra vida y la forma de relacionarnos con todo lo que existe. Todo lo que nos rodea tiende a la búsqueda del equilibrio, excepto dentro de la atribulada mente humana. El punto aquí es que los extremos, las enfermedades y los conflictos son esencialmente manifestaciones de desequilibrios.
El pensamiento de que las cosas “simplemente son” aliviana enormemente la manera de entender la vida. El problema radica en que estamos bien educados y entrenados en el nocivo hábito de juzgar, en el hábito de etiquetar y clasificarlo todo según lo que entendemos. Esto nos lleva a confundir fácilmente la explicación con el fenómeno y a creernos los cuentos que nos echamos. Nos convertimos en unos fanáticos religiosos de nuestro propio credo y no nos damos cuenta.
5. Evitar las distracciones y la procrastinación. Haz las cosas lo mejor que puedas: El tiempo es quizás el recurso más valioso que tenemos. De nada nos sirve poseer miles de cosas si no tenemos tiempo para disfrutarlas. Hacer las cosas de la mejor manera posible no es solo un imperativo de calidad y de plena presencia, sino también una invitación a usar adecuadamente el tiempo que nos da la vida.
6. Es mejor darle a todo el beneficio de la duda: Este tema tal vez sea espinoso, sobre todo si se trata de personas. Puede sonar contradictorio, pero en todo lo que hacemos buscamos un “bien”, y lo que es bueno para mí puede que no lo sea para alguien más. Puede que para mí sea bueno deshacerme de la basura, pero es malo para mi vecino si lo hago en el lote de su casa.
Adicional a esto, he aprendido a dudar de las intenciones en casi todo, incluso de lo que parece “bien intencionado”; desgraciadamente el tiempo ha terminado mostrándome que muchas cosas se hacían persiguiendo otro interés. No obstante, esta es mi experiencia, no implica que siempre tenga que ser así. Es mejor que lo tomes más como un llamado a estar alerta y nada más.
7. El mundo es simple: Esta frase la escuché la primera vez en un curso sobre Investigación de Operaciones. Lo curioso es que revisábamos un método de programación lineal que se llama SIMPLEX y que definitivamente no encontré nada simple. El punto es que esta idea entró en mi mente como un cuchillo caliente en la mantequilla y desde aquella vez me dediqué a probarme a mí mismo si en realidad era así.
8. Cuídate mucho de generalizar: Me tardé un tiempo para comprender la tremenda importancia de esta sencilla verdad. Generalizar es una forma de pensar bastante burda. He notado que hay un patrón común en la gente más primaria y obtusa que conozco. Normalmente muestran una marcada tendencia a generalizarlo todo y pretender tener siempre la razón con un limitado paquete de datos. Muchos de los peores juicios que he hecho en la vida (y de paso la raíz de muchos desaciertos) han venido de generalizaciones; por eso es que pronto me di cuenta de la importancia de cuidarme de las generalizaciones.
Otra cosa es que cuando te haces consciente y te descubres generalizando cambias el rumbo de la idea y te das cuenta de que una misma situación tiene muchas aristas y diversas alternativas de explicación. Entrénate bien en el arte de buscar múltiples explicaciones a una misma situación; te darás cuenta de que “tener la razón” y “llegar a la verdad” es una arena movediza.
Años de prueba, ensayo y error han terminado por confirmarme que sí. He aprendido que la complejidad es la armonización de pequeñas simplezas y que la dificultad y la confusión existen donde no entendemos las razones por las que ocurren los fenómenos o donde no dejamos que las cosas ocurran como ellas son. La creación en su aparente complejidad se basa en lo simple.
Hasta aquí algunas lecciones sobre la vida práctica que me hubiera gustado que me dieran. Estoy seguro de que hay muchas más, pero quise recoger las que consideraba más relevantes por ahora. En la próxima entrada revisaremos algunas lecciones sobre la vida interior.
Hola Paulo, ¡Me encanta tu entrada! Yo también soy una fiel defensora de la simplicidad como forma de vida:)
Últimamente he escrito un post que por la temática de tu propio blog, creo te puede gustar, ¡Te lo paso!
http://onlysimplifies.wordpress.com/2014/08/20/5-consejos-para-ser-mas-feliz/
¡Espero poder leerte mucho más! ¡Te sigo!
Muchas gracias por tu comentario e interés, y por acá bienvenida cada que quieras. Cuenta con que leeré y seguiré lo que tienes y lo que se venga. Vale la pena ir fortaleciendo nuestra red de colaboración en torno al minimalismo en Iberoamérica que tanta falta nos hace para salir de la sinrazón en la que estamos metidos.