Llámalos como quieras: deseos, metas, propósitos, fines, etcétera. La época de fin de año es propicia para evaluar lo que hicimos y re-plantear lo que queremos. El problema es que, terminado enero y pasada la euforia de las fiestas, la vida vuelve a la normalidad y la lista se queda en “buenos propósitos” que jamás se cumplen.
Hace poco conversaba con un par de amigos y comentábamos sobre las costumbres de la navidad y el fin de año. Una de estas personas me preguntaba si había logrado lo que me había propuesto para el año que termina, y cuáles eran mis planes para el año siguiente. Luego de un breve silencio y de darle vueltas al mapa que tengo grabado en mi mente (y en el disco duro de mi PC), le dije que prácticamente lo había cumplido todo y que me faltaban unas pocas cosas pequeñas, pero que en otras me había “sobre-ejecutado”.
Esta persona me dijo que sabía que yo era “disciplinado”. Luego de otro silencio le dije que tal vez el tema no tenía que ver tanto con la disciplina, sino con tener más claro lo que deseaba y que simplemente hacía lo necesario para obtenerlo. Me preguntó si tenía un plan concreto para esos logros, y le dije que hace unos años había aprendido que hay que saber a dónde quiero llegar y que el camino se va haciendo al andar… eso sí, también sabiendo por dónde quiero caminar y por dónde no.
Sorprendido me contestó qué cómo era eso, qué cómo lograba cosas sin un plan. Simplemente le dije: “Si quieres hacer reír a Dios cuéntale tus planes”. La sorpresa pasó a ser confusión por el “aroma” a herejía; sencillamente le dije que Dios (por lo menos la divinidad que habito y que me habita) espera que yo tenga claro lo que deseo, que haga algo por conseguirlo y que cuando lo reciba esté sinceramente agradecido.
Ya con el panorama un poco más claro me dijo: “En conclusión el tema es saber yo qué quiero, pedirlo y listo… la cosa se da”. Le dije que no es “lo que quieres” sino la “declaración de tu deseo”, porque el querer nace de una carencia, y los deseos parten del interés de crear abundancia. Parece un juego de palabras, pero hay una sutil e importante diferencia semántica entre querer y desear.
Fue ahí cuando me surgió esta explicación y la idea de compartir este documento:
Preguntas para comenzar el año (Descarga gratis el PDF) |
Espero que a mi amigo [y a quien sea] les sirva esta sencilla guía que llevo años utilizando y que me ha permitido hacer realidad muchas cosas y crear el mundo que he deseado crear. Doy fe de que el tema funciona. Somos propensos a llenarnos de excusas para no hacer realidad las cosas y nos parece tentador “rezar” para que por arte de magia todo aparezca.
Estoy convencido de que la magia existe, pero esa magia hay que crearla. Alguna vez escuché una frase que decía: “No le pidas nada a Dios, no le digas cómo hacer su trabajo”. También he comprobado que estamos vivos para servir a un propósito y que todo aquello que sirve a ese propósito lo recibimos de manera constante y abundante.
Todavía me pregunto cómo puede ser la risa de Dios…
[…] – con la ayuda de Dios: Si quieres hacer reír a Dios cuéntale tus planes, pero ten presente que Dios se ríe sólo de tus planes no de tus propósitos. Dios espera que le […]
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Muchas gracias por compartir tus técnicas, lo importante es ponerlas en práctica, Dios te bendiga
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