16. La Torre de la destrucción

Romper los esquemas del ego

Las prevenciones y los rechazos son narraciones ejecutadas, son creencias en uso. Todos hemos construido una gran torre con todo eso, apilando cada idea, una a una, para luego darnos cuenta de la prisión que hemos construido. Muchos ya lo hemos vivido: esa ruptura amorosa que decidimos e impulsamos por nuestra cuenta (por más que nos doliera), esa renuncia al empleo de hace años o ese cambio de residencia donde parecía que todo estaba resuelto y que nos quedaríamos por mucho tiempo.

Podría decirse que el arquetipo de la Torre es “hermano” del arquetipo de la Muerte, porque ambos hablan de finalizaciones, cierres y cortes definitivos. Si la Muerte habla de los cambios espirituales y las renovaciones para que surja lo nuevo, la Torre habla de matar los apegos a lo material y mental para poder dar paso a lo nuevo. Por eso aparecen la simbología del rayo y del fuego: por un lado, la destrucción y por otro, la transmutación en nuevos elementos. Para que esto suceda hay que caer de la torre, bajarse del ego, así las llamas nos rodeen y así el golpe sea duro contra el piso.

Estos cambios mueven los cimientos de lo que creemos que somos, de lo que calificamos como “permanente y estático”. Por eso la Torre también se puede asociar con el arquetipo de la Rueda. Cuando nos aferramos a la idea de “falsa seguridad” que proviene del pasado conocido, nos conviene conectarnos con la idea de la Torre y decirnos silenciosamente para nuestros adentros: voy a prenderle fuego a todo esto y lo que esté flojo que se caiga… pero ya es momento de un cambio, no me haré más daño.

Desde luego, esta afirmación precede a la vivencia simbólica de la Estrella (17) y la Luna (18). Es natural que sintamos esa sensación de duda, vacío, incertidumbre y ambigüedad… todas juntas al mismo tiempo y en el mismo lugar, justo después de caernos de la Torre, tan pronto nos damos contra el suelo y no sabemos dónde y cómo pararnos.

La decepción y la desilusión son manifestaciones de este arquetipo. Cuando tuvimos expectativas sobre algo o cuando habíamos idealizado una relación, una persona o una situación, para luego darnos cuenta de que no necesariamente las cosas son como queríamos, nos enfrentamos al arquetipo de la Torre… cayendo sin freno hacia abajo y dándonos el baño de realidad contra el piso.

Caer de la Torre nos ayuda a volvernos más humildes y realistas. Nos permite cuestionarnos nuestras creencias y supuestos para ver lo endebles que pueden llegar a ser. Quizás por eso decimos que los golpes forjan el carácter, caernos del pedestal nos “baja los humos” y nos quita esa ingenuidad sensiblera de querer ver lo bonito en todo.

La Torre nos dice que las cosas no son ni bonitas ni feas… ¡Simplemente son…! y somos nosotros los que le ponemos el filtro para verlas de un modo u otro, aunque luego ese velo se caiga y veamos, de nuevo, las cosas “como son” y no como queremos que sean.

🙂

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