
A muchos nos pasa que nuestro “gran tema” es la dificultad para dejar la mente quieta, para “dejar de pensar”…Es una «mente de mono» que brinca de rama en rama y no es capaz de estar en ningún lugar. Tampoco sabemos por dónde empezar a resolver esta situación para que deje de ser un obstáculo, una fuente de ruido y una forma de auto-sabotear nuestra intuición y nuestra capacidad para estar en el presente. He empleado varios caminos para eso y también me he dado cuenta de que a cada quién, dependiendo de la situación, nos calza uno más que otro. Veamos:
Meditar
Cuando te adentras en los terrenos de la meditación, te das cuenta de la amplitud de enfoques, prácticas, filosofías y esquemas que existen. Solo me atrevo a asegurar que la meditación, en resumen, es el “arte y la ciencia” de mantenerte conscientemente con el aquí y el ahora.
Vuelvo al punto: meditar a través de la respiración o el movimiento consciente, meditar a través de la presencia plena es un camino [quizás el más expedito] para aquietar la mente, para presenciar los pensamientos y dejarlos pasar. He conocido muchos métodos y tipos de meditación, por eso digo que la tuya será la que te calce y la que te permita estar en el aquí y ahora. Simplemente explora y decide, es tu asunto.
¡Meditar es difícil! Puede llegar a ser demoledor porque no estamos acostumbrados a la quietud deliberada, a enfocarnos y a habitar en el silencio. Este estado de la mente nos asusta y rápidamente buscamos cómo modificarlo (ver TV, escuchar música, llamar a alguien, revisar redes, etc.).
Aquietarse y simplemente “dejar de hacer” (lo que en sí es una forma de hacer…), no es algo para lo que estemos educados. Adicionalmente, hay distintas barreras culturales que nos sancionan por darnos ese permiso: ¡Es imperdonable que no seamos productivos o que no estemos consumiendo (cualquier tontería)!
Personalmente tenía el paradigma de que meditar requería una cuidadosa combinación de: ambiente, tiempo y técnica… Hasta que comprendí que en la medida que deliberada y tranquilamente vuelva al aquí y el ahora, llega la paz, el “mono mental” se aquieta, dejo de pelear internamente, amplío el espacio.
Sin duda, el ruido mental nos estrecha. Luego te das cuenta de quién eres, de quién te habita, porque desenmascaras al personaje que hace el ruido (ego) y dejas que se asome la mágica presencia que lo habita todo con su silencio (alma).

La inundación de pensamientos
Otro camino consiste en utilizar la “intención paradójica”, es decir, inundarnos de pensamientos que nos llenen de más pensamientos… Es un método arriesgado, que puede parecer absurdo. En principio, puedes decir que si estás bajo estrés te estresarás más, pero solo te invito a que hagas el ejercicio. Si tiendes a sobre-identificarte con lo que piensas, tal vez sea un camino peligroso, pero nada se pierde con intentar.
Fácilmente verás que se genera una incomodidad tremenda y actuar así se va de frente contra las reglas de la mente y llega un punto en el que las cosas “se rompen” disolviendo su lógica. Muchas personas me cuentan que, tiempo después, descubren que el esfuerzo de pensar más las deja sin pensamientos, que se sienten desbordadas porque no tienen ya nada más en qué pensar y que si piensan en muchas cosas las ideas solo vienen y luego se van de nuevo…
También se dan cuenta de que para añadir más pensamiento se quedan sin pensamientos, la carga se desplaza, se sienten “vacíos”, en silencio. También descubren que lo que pensaban son ideas descontroladas, algunas sin ilación, una “cosa” que vomita su cabeza y que no se entiende por qué.
Esa paz y ese silencio son nuevos, es un lugar inexplorado, es de repente una reconexión con la fuente, con la unidad, es quizá un pequeño “satori”. Lo fascinante, lo que más me maravilla presenciar (en mí y en mis clientes), es que esta es una sensación a la que provoca volver; se dan cuenta de que hay algo más ahí que lo observa todo; que el parloteo permanente no son ellos, que esto es algo que se manifiesta de manera automática, que es algo que “No Es”.
Esa reconexión con lo que “No Es” es el primer paso para reconectarnos con la idea de lo Que Somos [en realidad], con la declaración del “Yo Soy el que Soy”. Al estar atrapados en el mundo de la dualidad, lo real se resume en juicios de bueno – malo, religioso – ateo, alto – bajo, rico – pobre, cristiano – musulmán. En muchas ocasiones escucho que varias personas se refieren al término “contemplación” como algo que se hace en la cima de una montaña, en absoluto silencio, observando el paisaje y escuchando los pájaros… algo demasiado trascendental, lento, calmado y silencioso para ser aprovechado por gente escasa como nosotros: no tenemos tiempo, ni espacio, ni dinero suficiente, no hay energía, no puedo, no se debe, no es publicable, etcétera.
¿Has hecho contemplación cruzando un semáforo peatonal? ¿Andando en bicicleta? ¿Cortando un tomate? ¿Lavando los platos? ¿Trapeando el piso? ¿Has hecho contemplación mientras conduces o mientras te lavas los dientes? La contemplación es meditación, es la vida presente, la vida meditada y observada.
Es un proceso, toma tiempo, es exigente, pero los frutos son asombrosos, sencillos, mágicos y abundantes. Una vez que llegas al lugar que te lleva a este estado no querrás salir de ahí, no querrás volver, y si es que retrocedes, pronto te darás cuenta de que eres la inteligencia que observa, no la mente que hace ruido, eres (el alma) que controla a la herramienta (mente) y despiertas, poco a poco, a la ilusión de este mundo.
🙂
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