El cliché publicitario de “escápate de la rutina” ha terminado por convencernos de que la rutina es “mala”. Quizás tampoco comprendemos bien qué es la rutina. Si supiéramos, quizás le sacaríamos más jugo saboreando la utilidad que tiene y la paz que nos puede dar.
Imagina un mundo en el que a toda hora tuviéramos que estar en la incertidumbre de no saber qué sigue, de no saber qué pasará. Perderíamos una enorme cantidad de energía (atención) cuidándonos. Aunque no lo he vivido, es como imaginarse estar en medio de una guerra escapando de un lugar a otro sin saber de dónde o cómo vendrá el siguiente ataque.
La vida con rutinas puede ser liviana, simple, cristalina, más o menos predecible. Es una vida sin grandes dilemas ni necesidades más allá que las que impone la rutina misma. Nos levantamos a la misma hora, desayunamos más o menos lo mismo y salimos hacer eso que consideramos que hay que hacer.
Tal vez el gran problema es el automatismo en el que vivimos, desconectados a todo momento del presente y conectados con el malestar emocional del pasado que extrañamos y el futuro que nos llena de ansiedad. Lo que llamamos rutina es quizás una vida que no queremos vivir o de la que tampoco no escapamos.
Es bueno saber a qué hora terminamos, saber qué hay que hacer pasa salir, el trayecto que recorreremos, llegar, sacar las llaves y abrir la puerta con la certeza de que estamos en casa. ¿Cómo sería una vida cambiando de lugar todos los días? Quizás el otro problema es que no estamos listos para romper la transparencia, es decir, la presunción de que la vida es la misma siempre, lo cual es un tremendo error perceptual. Romper la transparencia es aceptar que la rueda del auto se puede pinchar, que puedes estar en bancarrota el mes entrante o ganarte la lotería el año que viene.
Si miras al cielo, las nubes nunca serán las mismas… jamás ocurrirá eso, es suficiente razón para entender que la rutina no existe; existen los hábitos y las costumbres y existe gente que se niega a crear algunos patrones nuevos, a probar cosas diferentes o a tomar otro camino de vez en cuando para volver luego al camino original.
La rutina bien vivida, la rutina con contemplación y presencia nos puede alivianar. Pasamos rápido por todo, casi sin fijarnos y la vida se nos va volviendo una bolsa vacía que vuela al viento sin saber dónde va a caer. Queremos “escapar de la rutina” porque en general vivimos vidas que no queremos vivir y precisamente es a eso a lo que llamamos “rutina”, pero la pregunta es simple ¿Quién quiere escapar de una rutina gozosa? ¿Para qué habría que hacerlo?
🙂
Lo cierto es que no es una cuestión simple
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