Treinta experimentos de asociación libre (11 a 20)

(Pokoyó donde el psicoanalista)

 

Aquí seguimos con el experimento…

11. Preparación

Todo necesita preparación. Casi no me gusta improvisar, salvo que se trate de cocinar con lo que queda en la cocina poco antes de tener que hacer el mercado. Me gusta preparar, especialmente los viajes. Es un placer preparar viajes, imaginarse los lugares, leer los comentarios de la gente en Google y en los blogs.

Cuando el viaje es por tierra la preparación más importante es la del auto. Ando tranquilo si el auto está preparado. Me gasto una fortuna en mantenimiento para tener un auto confiable que responda correctamente en los viajes.

Las entradas de este blog exigen preparación. Por eso no escribo siempre ni a toda hora. Aprovecho los momentos de inspiración para escribir mucho, para que lo que salga tenga buena preparación y no sea una cosa salida de los cabellos como muchas otras que leo por ahí. Hay que leer muchas veces, corregir, pulir, editar; todo eso es preparación. Aun con toda esa preparación, no dejan de colarse errores. La preparación no es infalible; tampoco me quiero imaginar cómo serían las cosas si no las preparara.

Antes de salir a hacer cosas hay que prepararse. He quedado en ridículo algunas veces por mi falta de preparación, por eso en este momento de mi vida le doy tanta importancia a la preparación, para no perder el tiempo y no hacer tonterías. Muchas complicaciones innecesarias vienen de la falta de preparación.

También mucha preparación es un problema porque cuando ya tengo muchas respuestas, las preguntan cambian y la preparación me sirve para forro. La preparación me aliviana el alma.

 

12. Tolerancia

Le he tomado pereza a esa palabreja. Se usa mucho y ninguno de nosotros sabe qué es, ni para qué sirve. Los titulares de la prensa hablan mucho de la “falta de tolerancia” como la raíz de muchos crímenes.

La tolerancia es como el nombre eufemístico del acto de “aguantarse la mierda del otro me guste o no”. Todos más o menos tenemos derecho a joder a todo el mundo y los demás tienen el deber de “tolerarnos”. Así parece sonar de fondo el mensaje de la prensa y de varias ONG que defienden ese “ideal” de la tolerancia. Por ninguna parte hablan de respeto (reconocer la diferencia) ni de aceptación (estar en paz). No me importa, no seré yo quien arregle eso.

Definitivamente no me gusta esta palabra “tolerancia”. No sabía que me molestaba tanto.

 

13. Soltar

Es lo contrario a tener agarrado. Nos agarramos de todo. Eso nos da sentido de identidad. Nos agarramos principalmente de los recuerdos y cuando se vuelven muy perniciosos los llamamos nostalgia. Creemos que extrañar es lealtad, pero no es así, es apego y el apego es agarrarse para sobrevivir. Nos apegamos a todo aquello que creemos que nos ayuda a sobrevivir. Por eso soltar y dejar ir es muy duro. El 28 de febrero de 2017 hablé de esto en “Suelta… perdona… y olvida”. De ese día para acá las ideas no han cambiado mucho. No tengo más que decir por el momento.

 

14. Vida

Es existencia, es lo que ocurre. Es lo contrario de lo que no–ocurre. La vida es funcionamiento, lo que no funciona está muerto o agoniza, pero en todo caso no está vivo del todo. La vida es tener tiempo, o por lo menos la ilusión de él. Vida es lo que cada uno tiene, lo sagrado, lo que tiene sentido; cuando algo no tiene sentido no tiene vida, es una cosa artificial y artificiosa. Vida es tener energía, así que todo lo que existe es vida. Es pesado darse cuenta de eso porque hasta lo que muere tiene vida.

 

15. Bailar

Lo que todo el mundo disfruta y yo evito. Lo odio normalmente. Uno evita lo que odia. Bailar es un acuerdo que no produce nada si no hay acuerdo. Bailar debería ser algo más libre, le hemos puesto muchas reglas que no importan, el baile es un ritual, un encuentro, una expresión. El baile como coreografía es solo espectáculo, deja de ser un ritual. El baile con sentido expresa algo. Que baile el que quiera, que bailen todos, menos yo. No me interesa, no quiero hacerlo, es humillante a veces, esa sensación ha durado por muchos años.

 

16. Luz

Es lo que todos buscamos, lo que todos seguimos. Es la tranquilidad y el rumbo. Cuando estamos perdidos es porque estamos en la oscuridad y buscamos la luz. Cuando la encontramos nuevamente estamos en paz. La luz es rumbo, es complicado andar por la oscuridad. ¿Cómo puede ser una vida de oscuridad? Imagínense, estamos llenos de eso, llena de gente y de momentos de oscuridad. Hay mucha oscuridad en este momento.

La luz es confianza, la desconfianza ensombrece todo, se apaga lo que se ve y deja de verse claro. La luz da nitidez, pero la suficiente luz… porque mucha luz nos encandila y no podemos ver. Creo que nos pasamos la vida buscando la luz, caminando hacia ella y creemos encontrar la luz donde en realidad hay oscuridad, porque tampoco tenemos claro cuál es la luz que necesitamos porque hay muchas luces y no todo lo que brilla es de la luz.

 

17. Remembranza

Es una nostalgia bien hecha. Es un recuerdo claro. Quisiera que todos los recuerdos fueran así de nítidos. Remembranza es un recuerdo bonito, es un recuerdo con olor a café o con sonido de locomotora a vapor. Es algo campesino, de la tierra, natural, sin malicia. Es un recuerdo para escuchar despacio, una tarde, tomando algo caliente.

 

18. Constelación

Suena como magia en el cielo. Las constelaciones me remiten a muchas cosas… a las figuras imaginarias que llevamos milenios tejiendo para darle sentido al cosmos en el que vivimos. Las constelaciones son un concepto poderoso en la psicología transpersonal. Jung hablaba de –“constelar complejos”, una de sus ideas más profundas y exigentes en el proceso de individuación.

Constelación es una palabra exquisita, me suena deliciosa, es como un dulce, tiene sofisticación y al mismo tiempo sencillez, me encanta esta palabreja. Una constelación es un sistema complejo, con apariencia simple y a la vez inmutable, pero que al mismo tiempo está en permanente cambio; cuando lo miras nunca es igual, aunque parezca que está quieto. Ese es el chiste, ese es el juego, la constelación es una interrelación siempre dinámica, encantadoramente dinámica.

Qué buenas asociaciones hay con esta palabra. La constelación sabe a helado de vainilla con salsa de mora, me suena como llegar a una heladería y pedir un helado delicioso que se llama “Constelación” (¡Hey, dame un “Constelación”). Algo que pueda comerse y que se llame así debe ser espectacularmente delicioso.

Constelación es también una relación de amor llena de enredos y dificultades pero que contra todo sigue adelante porque es cósmica, porque tiene una misión qué cumplir, algo qué enseñar y algo qué aprender. Estamos juntos en una constelación que brilla en el cielo, gústele a quien le guste, moléstele a quien le moleste.

 

19. Interior

Lo interior es siempre psicológico, nunca físico. Es lo que queda después de todo lo demás. Siempre me suena como un pozo al que miramos y en el que vemos mucho y no vemos nada al mismo tiempo porque no todo se puede distinguir.

Interior es lo que de verdad está adentro. La ropa interior es una capa ficticia, porque seguimos desnudos debajo de ella, pero también es como un papel de regalo… la sensación de quitarla ofrece más o menos el mismo deleite. Lo interior no funciona así, no se puede quitar, solo se logra sacar de cierta manera y no siempre estamos seguros de que lo que sale es todo lo interior porque son muchas capas y capas de ideas y cosas que se entrelazan, se “constelan” y después las tenemos que matizar con las limitaciones del lenguaje que usamos.

El lenguaje que usamos es completamente exterior, por eso no sirve para expresarnos sobre el interior, porque no son de la misma naturaleza, no funcionan igual. El interior es rico, es una cosa llena de símbolos, de representaciones, de metáforas, por eso es tan asustador y por eso estamos huyéndole a toda hora, porque no sabemos qué nos vamos a encontrar.

Lo interior es lo que es, es la esencia que a su vez tiene su esencia propia. El interior es lo que queda después del ruido de la mente; puede existir cualquier cosa ahí.

 

20. Benevolencia

Lo que se acabó en el mundo. Ya dejamos de buscar el bien y nos concentramos solo en encontrar la conveniencia. En un mundo así ya no hay gente al servicio, sino gente que tiene intereses. La benevolencia suena como a querer hacer el bien y dejar las cosas mejor de lo que están.

No es un santo eunuco que se tortura con su celibato, sino alguien que genuinamente quiere mantener el equilibrio en la Tierra y evitar que todos los que quieren quemar el mundo finalmente se salgan con la suya. Benévolos son un montón de señores y señoras de buen corazón. Benevolencia no es tontería, ni dependencia, ni dejar que se aprovechen de ti. Es hacer las cosas cuidando que sirvan para algo. Hay negocios benévolos porque le sirven a la humanidad, hay otros negocios que son solo negocios y son buenos porque producen dinero, pero no le sirven a nadie, sólo a sí mismos.

¿Cuál es la intención en lo que haces? Me ha servido mucho esa pregunta cuando voy a tomar decisiones y cuando tengo que cuestionar las decisiones de más gente. He visto que las intenciones son definidas por la benevolencia o la malevolencia. Lo bueno y lo malo siempre es relativo, pero el equilibrio es uno solo; lo benévolo es equilibrio.

Tal vez también te interese la primera parte:  Treinta experimentos de asociación libre (1 a 10)

 

🙂

 

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