La escurridiza idea de la felicidad

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Ser feliz se ha vuelto un cliché fantástico. No sabemos a ciencia cierta de qué se trata. Es algo efímero y gaseoso, algo difícil de explicar y experimentar… pero con todo, seguimos persiguiéndolo con desesperación. Incluso llegamos a tener una teoría personal bastante completa de lo que es la miserable infelicidad, como si fuésemos expertos en hablar de la oscuridad porque tenemos plena consciencia de lo que es la luz.

¿Sabes por qué eres miserablemente infeliz? ¿Sabes por qué eres feliz? No lo sabemos, creemos saberlo, en el mejor de los casos lo intuimos, pero no lo sabemos. Hoy extrañamos lo de ayer y mañana extrañaremos el hoy y añoramos el futuro porque ahí cambiará todo, así sea por arte de magia.

Pero esa sensación permanente es la que alimenta este sistema. Ya la meta no es vivir para morir y llegar al cielo. Por el contrario, el cielo hoy día es una cosa que se puede comprar, algo sobre lo que se puede tomar propiedad y como casi todas las versiones que nos ofrece la economía de mercado tiene diferentes calidades según nuestro poder adquisitivo.

Te lo voy a poner así: de manera creciente el mundo en que vivimos está diseñándose para que vivamos “permanentemente tristes”, para que la desesperanza nos consuma y nos lancemos pronto a la compra de una cura, de una medicina que nos saque del estado depresivo que compramos. Vemos algunos ejemplos sueltos…

Si fuéramos felices con lo que tenemos ¿Quién quisiera comprarse algo más? Moriría la economía del consumo y ya sabemos hoy día lo que ocurre cuando eso pasa: llega la recesión y se alimenta la máquina de infelicidad, con nuevas promesas de aseguramiento del futuro porque solo hay incertidumbre y riesgo; todo esto es diseñado para forzarte a hacer algo más que te cubra de esa inestabilidad que parece casi seguro que vendrá. No puedes confiar y haces de todo para poder volver a hacerlo.

Si estuviéramos a gusto con nuestra apariencia ¿Para qué gastaríamos en ropa, cosméticos y gimnasios? Si pensáramos más en la unión y la comunidad nadie se obsesionaría con la separación y los bandos ¿Quién necesitaría guerras, competencia desleal o partidos políticos? Si no importara agradar ni cuidar nuestra supuesta imagen pública ¿Quién se metería en lujos y tonterías? Si no viéramos en el dinero la única fuente aceptable de felicidad ¿Quién empeñaría la vida completa para conseguirlo a como dé lugar?

Quizás lo que nos quede ahora es una cuestión simple, una revolución personal y silenciosa. Lo primero será despojarnos de toda “idea fija” sobre la felicidad, “vaciarnos” de todo pre-concepto; decirlo es facilísimo, pero hacerlo demanda una tremenda dosis de autoconsciencia y de preguntarse permanentemente: ¿Esta idea que tengo de quién es? ¿De dónde viene?

Lo otro será no intentar buscar nada porque esto nos pone en dos riesgos: el primero es no encontrarlo y caer luego en la sensación de decepción porque lo que queríamos no lo pudimos hallar o no llegó a nosotros; el segundo extremo es poder encontrarlo y agarrarlo con uñas y dientes para no soltarlo, viviendo además con el miedo al riesgo de perderlo, lo que se vuelve en ansiedad, celos, fijación e inseguridad. Por donde se mire es la locura de nuestra neurosis permanente. Es el estado mental ansioso y sediento en el que vivimos a diario.

Buscas esa pareja o ese trabajo perfecto (según tú) y no lo encuentras… viene la decepción y la auto-culpabilización y otro tanto de cosas. También lo contrario, encuentras ese trabajo y poco a poco te vas dando cuenta de que no es tan perfecto pero te empecinas en conservarlo porque crees que lo necesitas; llega a tu vida esa persona que poco a poco se vuelve tóxica pero te aferras a ella porque crees que no vas a encontrar a nadie más. Esos son los juegos que jugamos.

¿Entonces a qué queremos jugar? ¿Cuál es la calma esencial? ¿Cómo es vivir un día a la vez con lo que se vaya dando en cada momento? ¿Qué hacer para estar bien con las cosas como lleguen, con la vida tal como es? Tan simple como derrumbar el sistema.

 

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6 comentarios en “La escurridiza idea de la felicidad

  1. Mariela Lopera

    La felicidad como la tristeza son opciones libres del ser humano y es preciso cultivarlas día a día con un equilibrio justo. No se puede ser feliz indefinidamente sin conocer la tristeza pues nunca tendríamos conocimiento real de qué es la felicidad. Permanentemente estamos construyendo nuestra vida, aprendiendo a vivir con las circunstancias que llegan, a relacionarnos con ellas para poder crear una estética de vida en la estarán incluidos los otros para conformar la actividad cultural, las cosas que nos rodean para crear bienestar y desarrollo, la espiritualidad que nos permite trascender y completar la construcción de felicidad en su justo valor.

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  2. Sandra Gaitan

    Es extraño como la vida se encarga de conectarnos, a propósito del tema estoy leyendo «Agradece y Genera Abundancia» de Pam Grout totalmente alineado con el tema hasta donde he leído. Lo que te puedo decir es gracias por todo lo que me enseñaste y continuas haciendo. Extraño la forma práctica tuya de ver las cosas y la vida, gracias Paulo.

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  3. Pingback: La escurridiza idea de la felicidad — Mantenlo Simple

  4. Si algo define al ser humano es el deseo insaciable de buscar, conocer, experimentar… De poseer la idealizada completud d la ‘felicidad’. De una forma o de otra, todos lo hacemos. He ahí la base del arte, la investigación, la exploración: evolucionar imparablemente dejando huella y memoria de lo que somos. En definitiva, no morir del todo. Siempre ha sido así.
    Esta singular característica permite, entre otras muchas cosas, que hoy podamos comunicarnos por esta vía. Saludos

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