Si te emociona lo que haces, estás creando. Si no, estás obedeciendo

Mucha gente que conozco disfruta poco del trabajo que tiene o simplemente detesta lo que hace. En otros casos me encuentro con que la mayoría quisiera estar haciendo otra cosa, e incluso renunciarían a lo que tienen para encaminarse hacia lo que realmente les gusta así les significara un descenso en sus ingresos. Otro tanto tiene un (o una) jefe que les hace la vida imposible o que en el peor de los casos llegan al extremo del acoso laboral o mobbing. Me cuesta contar las personas que pueden decir con tranquilidad que se deleitan con lo que hacen y que se sienten inspirados por su vida laboral. Pensar en esto, observarlo, conversarlo y entenderlo me va dando pistas de muchas cosas que ocurren y que revisaré a continuación.

Trabajar para sobrevivir

Tal vez este sea el leitmotiv del trabajo hoy día. En la mayoría de los casos trabajar se convierte en la forma de intercambiar tiempo y capacidad por dinero que a su vez permite cubrir los gastos y “mantenerse” en funcionamiento. Esto incuba una vida llena de miedos que se camufla en una falsa e inconsciente sensación de estabilidad. Además, si a esto le sumamos esa extraña tendencia a llenarnos de obligaciones, consumo, deudas y gastos superfluos, hacen que la vida se complique todavía más y nos aferremos a un trabajo solamente para ganar dinero y sobrevivir.

No estoy sugiriendo que ahora debamos trabajar gratis (aunque esto tiene otras ventajas y contextos que no tocaré aquí), sino que pronto perdemos el sentido de valor, propósito y contribución que podemos hacer desde el trabajo. Paralelamente, también cabe el hecho de que trabajamos para un negocio que ayuda a que sean otros los que se enriquezcan.

El riesgo asusta, pero la rutina y la obediencia aniquilan

No-cortar-las-alasOtro tema en escena es la rutina, las alas cortadas y el freno a cualquier forma de innovación o expresión de la creatividad. Viniendo de un sistema educativo lleno de respuestas correctas y pruebas únicas, es complejo que innovemos. Llegamos a organizaciones y ambientes donde nos piden innovar y crear cosas nuevas, pero de ninguna forma nos permiten probar y aprender de los eventuales errores. Equivocarse puede costar dinero y ponernos en riesgo.

Entonces todo se resume en hacer lo mismo porque cualquier asomo de novedad es pisoteado implacablemente… con la consecuencia lógica de “perder la fuente de sustento”. Podemos terminar atrapados en el desánimo, el conformismo, la comodidad y hasta la pereza al programarnos para hacer lo mínimo de lo mínimo.

Este mundo termina volviéndose en la “tierra de la obediencia” porque aparte de todo nadie hace nada ni decide por sí misma hasta que un “superior” resuelva qué hacer. Lo más “tierno” es que en estos ambientes se habla de empoderamiento (empowerment), de innovación y otros esnobismos como si fuera algo que se hace por decreto, dejando de ver que en el fondo esta es una actitud interior, una forma completa de ver la vida.

La esterilidad del trabajo

El problema también está en que el trabajo se ha vuelto en algo tan árido, decepcionante y estéril, que lo sentimos como algo por fuera de la vida. Cuando terminamos la jornada o llega el fin de semana es como si volviéramos a ser personas, es como si nos aproximáramos a la verdadera versión de nosotros mismos, como si recuperáramos nuestro encanto y en general el encanto de la vida ¿Has visto tu cara al salir de vacaciones? ¿Has visto cómo “rejuvenece” quien recién llega de sus vacaciones? Esto va más allá de lo “duro” o “suave” del trabajo, de lo relajado o rudo que sea, de tener un sueldo alto o miserable.

Creo que discutir las causas de la esterilidad del trabajo daría para una discusión más extensa, pero haré un breve resumen. En primer lugar, tal vez hemos perdido la noción de contribución comunitaria, la conexión con el aporte al mejoramiento y sostenimiento de la vida en general. Por eso es que a pesar de todo lo que sabemos sobre la “motivación” en el trabajo, al final el cuento parece resumirse en encontrar sentido en lo que se hace. Así de claro y simple. A veces las explicaciones sobre la supuesta contribución del trabajo suenan tan cosméticas, vacías y rebuscadas que nadie, en sus cinco sentidos, puede creerlo.

En segundo lugar está la desigualdad en la contribución y la inestabilidad en la que se ha sumido el empleo. Cada vez son más las personas que se dan cuenta de que su trabajo es un vehículo para participar en el enriquecimiento de unos pocos que, a cambio, ofrecen una compensación desproporcionadamente baja en comparación con el esfuerzo realizado. Adicional a esto, cuando las cosas van mal y la chequera empresarial no funciona, la primera decisión que se toma es eliminar empleos… entonces ¿Para qué “romperse el alma” por un trabajo que no es más que una variable en la ecuación de otro?  Esto no pasa con todos los empleos, pero las excepciones son realmente pocas.

En tercer lugar, y como ya lo mencioné, otra de las causas de la esterilidad del trabajo es que nos confundan con la “máquina”, que nos tomen como una parte más que se usa y se reemplaza y que anulen nuestra capacidad de aportar, crear, transformar y aprender. Una cuarta razón, que es más consecuencia de la tercera, tiene que ver con la poca sensación de propiedad y participación en el trabajo; vivimos con esta actitud de mercenarios: hacemos aquello para lo que nos contratan, cobramos y en cuanto podemos nos vamos, y si a esto le sumamos un jefe que no nos produce ninguna clase de lealtad, menos que nos importará.

La salida: ¿Dejar de obedecer?

Terminar esta entrada tiene sus dificultades porque este es un tema difícil de coger por los cuernos y difícil de transformar porque también está ligado a la realidad estructural del mundo en que vivimos. ¿Te describe algo de lo descrito hasta acá? ¿Te has visto en alguna otra circunstancia? Como dice Choamsky, “la libertad es un lujo costoso por el que hoy día debemos pagar”, pero no sólo lo dice en términos de dinero, sino de la actitud que tenemos que asumir frente al cambio que esto implica. El precio de la libertad es dejar de vivir en la misma prisión, es abrir los ojos, ver la verdad y afrontarla.

Fray Bartolomé de las Casas, en una carta que escribió al rey de España para denunciar las infamias cometidas contra los indígenas americanos, decía: “ninguno es ni puede ser llamado rebelde, si primero no ha sido súbdito…” ¿Quién es tu rey? ¿A quién rindes obediencia? ¿Qué te aprisiona y subyuga? Siempre hay opción de liberarse. Un trabajo apasionante, desinteresado y lleno de sentido incluso puede hacerse gratis… así tengas al otro lado uno que simplemente uses para sobrevivir.

Aquí te queda una pequeña sugerencia.

2 comentarios en “Si te emociona lo que haces, estás creando. Si no, estás obedeciendo

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