El vicio de postergar: preguntas simples sobre “el resto de tu vida”

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Empezamos el día esperando a que se termine, la semana esperando a que llegue el viernes, el año esperando a que lleguen las vacaciones y trabajamos toda la vida esperando a que llegue el retiro… esperamos el día soñado en el que ya por fin podamos hacer lo que de verdad queremos. Vivimos en la permanente postergación de la vida. ¿Cuántas cosas que soñamos las iniciamos con alguna de estas expresiones?: cuando yo tenga…, cuando yo pueda…, cuando yo logre…

No sé si la vida nos vaya a dar tanto tiempo. Quien sea que nos haya puesto aquí (Dios, la vida, el universo o quien sea…), lo hizo para que nos perfeccionemos siendo más de lo que ya somos. ¿No crees? Dejar todo para después lo único que hace es retardar un proceso natural.

Hablaré de «experiencia», pero no hablo de un mes o un año de aprendizaje multiplicado por cinco, por siete o por diez. Esto no es experiencia, es simplemente repetición de todo lo que aprendiste en el primer año que equivale a lo mismo que sabes ahora. Hablo del “aprendizaje de doble bucle” (double loop learning) donde aprendemos a través de la reflexión sobre lo que nos pasa.

Tal vez el problema que tenemos es que estamos esperando el momento perfecto y la oportunidad precisa para hacer las cosas, pero normalmente eso no existe.  Por eso postergamos todo, porque creemos que ahora no se puede, que ahora nada de eso es posible pero que en un futuro “mucho mejor” sí será. Todo esto no es más que apego, y el apego produce miedo. Tu yo estamos asustados y el miedo es una reacción normal cuando percibimos amenazas.

Asustados no podemos hacer nada, pero ahora que me lo preguntas, tampoco puedo decirte con precisión cuál es la amenaza. Creo que el problema es más un tema de creatividad, un tema de tozudez, la dificultad para ver diversos caminos y quedarnos con una sola explicación o con una sola posibilidad. ¿Qué será lo que nos está haciendo falta ver?

El gusto perdido de la inspiración

¿Qué sería recuperar el sabor de la inspiración? ¿Cuál será su olor, su color o su textura? Es muy fácil caer en la trampa de querer justo lo que ahora nos hace falta: una piscina, descanso, vacaciones, más dinero, fiestas, tiempo libre, etcétera. Pero suponiendo que tuviéramos un suministro ilimitado de todo esto ¿Sí será lo que realmente queremos?

¿En qué cosas podríamos pasar horas o días sin cansarnos? ¿Qué cosas hacemos que nos hacen perder la noción del tiempo? Acá caben muchas alternativas ¿Qué cosa productiva te gustaría hacer (inclusive si pudieras hacerla sin cobrar)? Y si el dinero no fuera un problema ¿Cómo sería el resto de tu vida? ¿A qué te dedicarías?

Trastorno por Déficit de Aventura (TDA)

A veces siento que estamos enfermos de “Trastorno por Déficit de Aventura (TDA)” que no es otra cosa que la pérdida generalizada del sentido de aventura, propósito y valor de la vida. Se me ocurre que el déficit de aventura parte de una falta dramática de sueños y de riesgos. Es también un exceso de sentido de realidad y de lógica práctica. Es un apego desmedido a lo predecible y lo conocido. Es una profunda incomodidad con la incertidumbre y, en el fondo… muy en el fondo… una tremenda desconfianza en nosotros mismos.

¿Qué sería una aventura ahora? ¿Qué es aquello que podrías emprender? No importa de qué se trata, pero un proyecto que te rete a salir de lo conocido y lo controlado. ¿Cuál es la incertidumbre que te asalta? ¿A qué le tienes miedo? ¿De qué estás agarrado en este momento (apego)? La “aventura” se puede entender así de simple: todo aquello que no he hecho o que quiero hacer, pero que me da miedo.

¿Y si no tuvieras miedo a qué te arriesgarías? Piensa en esa conversación que no has tenido, en ese viaje loco que no has hecho, en esa renuncia que no has declarado, en esa compra que te da miedo hacer, en esa caminata que no has emprendido, en ese negocio que no has empezado. Déjame insistir en que tenemos mucho miedo, y se nos está yendo la vida en eso, en sentir miedo. ¿Para qué?

También te entiendo que estar en la aventura produce miedo, pero la única diferencia es que cuando ya te has embarcado le haces frente a ese miedo. Si te quedas sentado aquí conmigo buscándole peros a todo lo que harás, ni siquiera sabrás qué es lo que tiene ese miedo por dentro y así tal cual te lo llevarás a la tumba. No sé tú, pero yo me niego a morir así, sencillamente no es mi esencia y tampoco la tuya.

Sanación: Buscando recuperar la aventura

Todo gran viaje empieza con un pequeño paso. Para curarse del TDA lo primero es vacunarse contra la necesidad de control. Así dejaremos de pretender que las cosas salgan como y cuando queremos que salgan. También aprenderemos a fluir con lo que venga y a estar presentes en la precisión y sencillez de cada momento (maitri).

La siguiente parte del tratamiento es aprender a vivir con la incertidumbre y aprender a estar en el aquí el ahora. Aunque tengamos el poder de crear la realidad en la que vivimos, también debemos ser conscientes de que las cosas se van manifestando en su perfecta armonía y equilibrio. Evitar distraernos y recuperar la atención es crucial para que todo esto se dé. Cuando atendemos estamos con lo que ocurre en ese momento, con disciplina, con toda la energía puesta.

Es importante tener claro qué es lo que queremos. Llámalo sueños, proyectos o ilusiones. La palabra que uses no importa tanto como la imagen y la vibración emocional con la que te conectes con cada aventura. Esta terapia de la vibración emocional es clave para que todo se dé correctamente. Tu ser interior manifiesta tu ser exterior y cada cosa se va materializando conforme te vayas transformando; créeme, me ha pasado y me sigue pasando, no son sólo palabras ni un bonito discurso. Si pienso que puedo pues lo logro, si pienso que no puedo pues simplemente fracaso. En ambos casos yo decido.

Podríamos continuar con más claves, pero creo que las cosas se explican en su sencillez con lo dicho hasta acá. Quiero terminar con una cita textual que habla sobre una parte esencial en la recuperación del sentido de aventura: agradecer.

“Cuando dais gracias a Dios por adelantado por aquello que habéis decidido experimentar en vuestra realidad, estáis efectivamente reconociendo que eso está ahí… en efecto. La gratitud es, pues, la más poderosa afirmación dirigida a Dios; una afirmación a la que Yo habré contestado incluso antes de que me la formuléis. Así pues, no supliquéis nunca. Antes bien, agradeced”. (Tomado del libro “Conversaciones con Dios”, Neale Donald Walsch, página 24)

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