La prueba de la abuelita

Prueba de la abuelitaSi tienes un problema sofisticado y quieres asegurarte de que sea comprensible, es recomendable que apliques rigurosamente la “prueba de la abuelita”. Si lo que quieres es una opinión desapasionada, directa y sólidamente basada en el sentido común, es posible que tu abuelita tenga las claves para sacarte de los dramas mentales en los que te has metido.

Antes de que empieces a procesar esto como un burdo sarcasmo, te explicaré por qué la lógica de la abuelita puede llegar a ser extremadamente útil:

Tu abuelita usará su intuición: Es alta la probabilidad de que a ella le importe poco tener la razón o entenderte a profundidad; tal vez le importe más que estés comiendo y durmiendo bien. Tu abuelita te responderá desde lo primero que se le ocurra; si te quiere de verdad, ella te contestará desde su interior con franqueza y de corazón.

Ella se basará en el sentido común: Usará el poder de lo obvio y evidente para ella; tu abuela buscará una explicación basada en su capacidad natural de juzgar los acontecimientos de forma razonable. Incluso, si la explicación que te da te suena ridícula, abre tu mente y escúchala con atención. Esa conversación vale oro y te mostrará un tesoro escondido justo debajo del lugar donde te estás complicando la vida.

Tu abuelita te prestará atención: Ella te atenderá porque está a tu servicio y se preocupa por ti. La desatención genera bastantes complicaciones y tu abuela lo sabe. Ella comprende que para servirte tiene que escucharte y saber lo que necesitas.

Tu abuela tuvo que criar a tus padres, a tus tíos y posiblemente a ti; tiene una vasta experiencia observando, atendiendo y deduciendo qué hacer con bebés que no hablaban, pero que dependían de ella para sobrevivir. Tu abuela tuvo que aprender a ser práctica y a enfocarse en lo simple para atender mejor a su prole.

Tu abuelita preferirá la dialéctica, la comparación y los ejemplos: Es posible que tu abuela no tenga el arsenal de teorías, títulos, esquemas e ideas que habitan tu cabeza. Tal vez te pida más y mejor explicación (recuerda que ella te presta atención), lo que pondrá tu mente a trabajar buscando ejemplos y razones más entendibles.

Si eres capaz de usar la misma atención que usa tu abuela y de contener tu arrogancia, pronto caerás en cuenta de que este ejercicio te obliga a construir metáforas, símbolos y maneras más sencillas de explicar la complejidad que encierras. Cuando seas capaz de poner tu idea compleja en un ejemplo cotidiano y simple, habrás llegado al mágico lugar del entendimiento puro. Ya podrás ver la vida tal como es. ¡Aleluya!

Si no tienes abuelita, conversa con la de alguien más. ¡Ah!: Tu mamá (o quien haga las veces…) también te puede ayudar con la misma efectividad. Ten presente que esta no es una idealización de las abuelas.

Antes de terminar, revisa si tu mente ya se está complicando con el “deber ser” de una abuela o comparando a ver si la tuya cumple los criterios; si estás haciendo esto, de nuevo estás cayendo en la complejidad; te estás enredando más. Mejor, llévate estas lecciones e intégralas a tu arsenal de simplicidad y haz que te sirvan: Intuición, sentido común, atención, escucha, observación y practicidad.

Un comentario en “La prueba de la abuelita

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