Una especie de obsesión con los libros

Hace unos días me preguntaste el porqué de mi “obsesión con los libros y con leer”. Es el tipo de cosas que doy por sentadas en la vida y en las que no pienso porque son una experiencia vital… No obstante, por eso mismo la pregunta también se vuelve interesante.

No creo que haya gente que se detenga a pensar por qué respira… es solo algo que hacemos y que si lo dejamos de hacer sabemos qué pasa. Me temo que con la lectura pasa algo similar… por lo menos a los que nos gusta y la disfrutamos. Si dejo de leer siento temor de que la imbecilidad me inunde y me ahogue…

¿Por qué me gusta leer?

Leer es un acto, un medio para llegar a algo. No leo por leer, por decir que leo o porque me vean. Lo hago como un camino para acceder a ideas, informarme, aprender, descubrir realidades, deleitarme con “cosas”, entrar en la mente de otro ser o colonizar nuevos mundos intelectuales.

Me podrías decir que viendo vídeos o documentales también puedo hacer lo mismo y no tengo como contradecirte porque también veo muchas cosas en Youtube que rescato de su infinito basurero. Me gusta el lado demostrativo de los vídeos, pero hay otras cuestiones, sobre todo cuando tienen una exigencia intelectual más marcada, que la lectura da el espacio y el tiempo para revisarlas con calma.

El vídeo trae imagen en movimiento, voz, mensaje y sonido. Es fantástico para cuestiones relativamente simples, cosas más “demostrativas”. Pero cuando se trata de conceptos e ideas, el texto te pone en la necesidad de procesar, de entender, figurarte, cuestionarte, parar, devolverte, armarte la imagen, preguntarte, cuestionar. En suma, diría que la lectura te exige ser menos pasivo que ver un vídeo, por ejemplo.

No obstante, habrá opiniones y argumentos en contra, pero es un debate que solo daría con lectores asiduos. Hay gente que solo aprehende el mundo a través de Youtube, TikTok y los noticieros; honestamente, muchos de esos seres me generan dudas. Igual, por el hecho que se lea un libro, porque algo esté escrito, no significa que sea verdad, virtuoso, definitivo o concluyente… también hay mucha basura impresa.

Lo que sí te digo es que leer es un trabajo, que por defecto te obliga a la crítica, a la concentración, a escuchar tu voz mental mientras exploras y lees, a compenetrarte con la narración, el estilo, el léxico, la puntuación. Leer es desgastante por el trabajo mental que requiere, por eso es también un hábito poco común.

¿Qué me pasa con los libros? ¿Por qué ojalá en papel?

Me cuestionaste porque tengo muchos libros en papel y porque sigo comprando más. También viste fotos de mi biblioteca. Solo te digo que tengo también treinta (30) Gb en la nube repleta de libros electrónicos en múltiples formatos. Algunos son de consulta y otros esporádicamente los voy leyendo… pero la lectura electrónica no se me da tanto, me fatiga y le falta sabor, sustancia.

Los libros en papel se asimilan a una clase de objeto de culto, a un tipo de fetiche. El olor a libro es la primera parte de la «droga»; por ahora nada digital se acerca a eso y dudo mucho que lo logre. He de confesar que me quedo apreciando mi estantería llena de libros, que en mi caso están cuidadosamente organizados por temática, autor y tamaño (o editorial); los miro, los miro y los miro y me embeleso en su presencia. Algunos ya me los he leído, otros releído y muchos están pendientes por ser leídos e incorporados.

A veces observo que me voy quedando sin espacio y detesto amontonar libros, creo que la mayor forma de desprecio por un tesoro es amontonarlo desordenadamente. También, poco a poco voy descubriendo libros que ya no resuenan conmigo entonces decido venderlos de segunda mano (lo que suele ser un pésimo negocio…) o se los obsequio a alguien que sé que les dará el valor y atención que se merecen.

Puede que suene extremo, pero me parece que a veces tener ciertos libros es una forma de salvar la civilización del apocalipsis en el que estamos, sobre todo libros que sé que no están en ninguna biblioteca pública o que a poca gente le interesan, pero que son una joya en sí mismos. Me siento como esos gnósticos que guardaron sus textos en Nag Hammadi, ante la amenaza de aniquilación, cuando su civilización parecía venirse abajo ante la invasión romana.

¿Por qué no me provocan los grupos / clubes de lectura?

Ya he participado en algunos grupos y clubes de lectura, de forma esporádica eso sí, pero lo he hecho. No sé si quizá fue mi experiencia o es una cuestión general, pero estos grupos se llenan de gente a la que le encanta coger su ego y bañarlo en miel para sentarse en la palabra y alardear de lo que tal vez entendieron, adornando con palabras rimbombantes su “opinión” sobre el autor y su obra. Posiblemente también el problema haya sido yo, que no entendí cuál era la finalidad del club o que no quise hacer eso.

Como decía Borges, “la lectura debe ser una forma de felicidad y no se puede obligar a nadie a ser feliz”, pero estos clubes se convierten en un compromiso y en una obligación colectiva. No puedo decir que sean “malos” o que “todos” funcionen de esa forma, pero la experiencia me quitó las ganas de seguir probando estos clubes. Me gusta el ejercicio íntimo de la lectura.

Los amigos de libros. ¿Por qué regalar libros es tan complejo y gratificante a la vez?

Hay muchos libros que he leído porque me los han recomendado o porque alguien me los dio. Las recomendaciones ejercen un poder especial, una clase de compromiso con la intención que tienen alguien sobre tu mente y tu alma.

Cuando alguien te recomienda o te regala un libro, íntimamente desea que aprendas, descubras o experimentes algo, que sientas lo que esa persona sintió, que viajes al lugar donde estuvo, que navegues por las emociones que experimentó.

No creo que nadie en su sano juicio recomiende un libro que haya encontrado aburrido o flojo… claro está, los juicios siempre hablan de quiénes somos, pero cuando recomendamos libros es porque algo en esa obra nos movió el alma y tenemos la intención de que el destinatario de la recomendación vibre de la misma forma.

De cualquier modo, no hay garantía de eso, es decir, puede que el destinatario de la recomendación no viva lo mismo, pero si nos conocemos entre sí, aumentan las probabilidades. Si sabes bien cómo es esa persona, aumentas tu tasa de éxito en la recomendación y viceversa.

Por eso regalar libros es un acto tan desafiante y riesgoso, porque cada libro lleva un mensaje, la lectura es un acto personal que te obliga a conocer muy bien al destinatario de tu regalo para no sucumbir en el intento de regalar algo de inmenso valor o una obra que se quede relegada o expuesta a ser cambiada de inmediato en la librería…, aunque esto último tampoco es el fin del mundo.

Los amigos de libros son un escalón adicional en tu escalera de grados de amistad. Tus amigos de libros son esos seres con los que puedes comentar eso que están leyendo, que se han leído o que se quieren leer. Hay libertad, no hay juicios ni obligaciones, simplemente la libertad de abrirse a contar las experiencias que deja un viaje en cada lectura.

¿Cuáles son los riesgos que veo hoy día a la “publiquitis aguditis” de cualquier libro?

Hace unos años hice un curso sobre cómo publicar libros… que de paso me dejó un gran sinsabor porque al final la esencia se resumía en cómo montar campañas en redes sociales para vender artificialmente “cualquier” libro y convertirlo en “best seller” en Amazon… y un largo etcétera. Definitivamente creo que fui demasiado ingenuo, tampoco hice nada con eso.

En Instagram veo una avalancha de “sitios” y “asesores” que te llevan por el camino de publicación de libros. Parece que ahora en eso se ha resumido todo, en cómo vender el libro, cómo darlo a conocer, lo que sin duda no deja de ser importante y fundamental para la sostenibilidad de la iniciativa, pero que no debería ser la ocupación central del ejercicio. Ese es el mundo en el que estamos.

Me da la impresión de que la utilidad del libro como “reservorio de la memoria y la expresión” va perdiendo su función social y ha evolucionado más hacia una función de “vitrina” o “carta de presentación”. Tal vez haya que jugar ese juego… la dinámica de: primero hazte famoso, cuéntame tus pergaminos (ruido), dime qué y cómo piensas (libro) y te diré si consumo o no lo tuyo, tu producción…

Tampoco dejo de lado eso de que ya la inteligencia artificial, con unos pocos comandos, escribe libros. Personalmente he hecho la prueba con ChatGPT y le he indicado que armara varios ensayos, que citara sus fuentes y efectivamente, con cinco intentos, armé el capítulo de un libro… desde luego con sus oportunidades de mejora, pero fue una producción de notable calidad. ¿A cuántos habré plagiado?

Sigo con mi fe intacta en los libros, en los textos, porque nos obligan a pensar, nos fuerzan a reflexionar y organizar las ideas, porque son difíciles y tediosos de muchas formas, porque son un acceso de “cocción lenta”  al intelecto, porque mantienen andando nuestra mente para que no se pegue o caiga en la fauces del vacío del Alzheimer.

Me han preguntado: ¿Y qué pasará con tus libros después de que mueras?: Solo hasta que esté muerto podré saberlo…

📖📚

Tus comentarios le dan vida al sitio:

Este sitio utiliza Akismet para reducir el spam. Conoce cómo se procesan los datos de tus comentarios.