Cómo comprar libertad: mi relato de la Gran Renuncia

Poca gente sabe que me uní al movimiento de la Gran Renuncia, y no porque me parezca “cool” o porque me interese “identificarme o pertenecer” a algún movimiento, sino porque mis circunstancias ya no daban para más… Este tiempo también puede llamarse “año sabático”; es una visión tranquilizadora y que enamora cuando lo dices, pero que en sí encierra una decisión bastante desafiante. Me parece interesante ahora, luego de casi seis meses de haber ejecutado esta decisión, contar en qué consiste y darle algunas pistas a quién quiera [o tenga curiosidad de] hacerlo.

1. Saber qué harás con tu libertad

Al principio pensaba que lo más complejo era la supervivencia económica, pero me di cuenta de que en realidad lo más exigente es saber qué hacer con mi libertad. Varias décadas después de estar trabajando me di cuenta de que, como la mayoría de mortales, estaba anestesiado y metido en un programa sistemático, crónico y automático de “vida laboral”. Esto significa que cuando trabajas tienes la vida completamente programada y todos los días te levantas, vas al mismo lugar, haces más o menos las mismas cosas y así se te pasa el día, una semana, el mes, años y una vida completa.

Si lo miras en detalle, puede ser un bucle aterrador cuando te ves a ti mismo (a) como un animalito de granja o un hámster corriendo en su ruedita. Lo más exigente es saber cómo exprimir tu libertad y cómo sacarle provecho a tu tiempo, porque es bastante tentadora la posibilidad de pasártela distrayéndote con tonterías. Para tomar esta decisión, es muy importante que sepas qué te gusta y que efectivamente lo hagas, porque posiblemente cuando despiertes del sueño y aterrices en tu baño de realidad veas que se te acaba el tiempo y tengas que volver al “modo obligación”, recuperarte como un “predecible y educado adulto responsable”.

2. Tener un piso y un plan Financiero

El dinero es la base fundamental de nuestra supervivencia. No comparto esos romanticismos de que “el dinero no es lo que importa” o que “el dinero no da la felicidad”, porque hasta ahora no he visto que la pobreza produzca nada de valor ni que nada prospere en la escasez. El dinero, especialmente ahora, mueve el mundo y un mundo quieto tampoco trae dinero.

Aunque tú descanses o cambies de ambiente, la vida sigue, las cuentas llegan y las obligaciones no cesan. El dinero es y seguirá siendo necesario. Cómo es natural, sí cambian tus rutinas también cambian tus gastos; te darás cuenta que si dejas de ir diario al trabajo también hay una importante porción de tus gastos que se reduce, pero este tiempo lo deberías aprovechar para vivir otras cosas, no para encerrarte en casa a cuidar el dinero “para que no se acabe” … Así que vendrán paseos y salidas.

Entonces te hago estas recomendaciones financieras:

  • Realiza un detallado presupuesto mensual de gastos, así como una prospección anual de otros gastos que no necesariamente son mensuales o que incluso tu empleador actual pudiera estar asumiendo y que tú no eres consciente de que es así (seguros, auxilios, etc.). Esto te permitirá identificar cuál debería ser el flujo de caja estimado para el tiempo que no estés percibiendo ingresos. Ten presente también la estacionalidad de algunos de tus gastos; no todos los meses son iguales entre sí.
  • Diseña un mapa de riesgos y un plan de cobertura de gastos imprevistos. Una cosa es la certeza sobre los gastos recurrentes y otra estimar algunos otros que podrían darse en el camino. Trata esto como una especie de provisión aparte o incluso tener seguros de ser posible.
  • El dinero que ahorres es tiempo que compras. Naturalmente, mientras más dinero, más tiempo. Parece una verdad obvia, pero no es así, porque en el camino podrías estar gastándote más o menos… También podría llegar dinero (tiempo) imprevisto.
  • Si tienes una renta o entrada extra que no dependa del trabajo que dejas atrás, eso te dará un poco de aire y de margen de maniobra.
  • Si vas a conservar ahorros para este tiempo, explora un producto financiero o inversión que te de alguna rentabilidad y que te permita mover el dinero con cierta libertad. Si estás pensando en acciones, bonos y cosas de ese estilo, te sugiero tomar una porción y jugar con eso, pero no todo tu ahorro vital… en este caso no se trata de un “capital de riesgo”, pero si le puedes captar alguna rentabilidad no caerá nada mal ese dinero extra. Como ya te he dicho, estás comprando tiempo.
  • Este es un momento raro… estarás caminando por el pantano, se te aparecerán monstruos y fantasmas… te garantizo que si manejas bien esta temporada, con cada semana y mes que pase, te dará más fastidio volver a tu vida anterior porque te darás cuenta de que ya no vives una vida de la que “quieres escapar”, por el contrario… así que prepárate a tener que soltar “lastre”, “carga”, “peso”… esto significa que en algún momento tengas que empezar a vender cosas o deshacerte de ciertas comodidades o gastos que tenías… En mi caso me deshice de suscripciones, salidas y otros gastos que me drenaban y que era perfectamente capaz de vivir sin ellos.
  • Pensar en emprender, en generar ingresos nuevos es también valioso… sobre todo cuando vayas a mitad de camino en tu recorrido. No hay que presionarse, pero sí es fundamental hacerlo en algún punto. Tampoco quiere decir que esté mal que vuelvas al mundo laboral convencional, pero el punto es que estemos claros de la decisión que queremos, que lo hagamos de corazón, porque sea lo que sea que decidamos, si no nos satisface, tendrá un amargo sabor a derrota y a traición a nosotros mismos con el que tendremos que lidiar de ahí en adelante cada que nos miremos al espejo.

A esta altura quizás estés pensando que financiar tu “año sabático” puede ser un proceso largo y tortuoso… pues lamento decirte que ¡Sí! Todo depende de cuánto tiempo te quieras dar, de tus obligaciones actuales y futuras (yo por lo menos cubro el grueso de los gastos de mi hijo que aún está pequeño, por ejemplo); no es una decisión que se toma a la ligera, ni es una posibilidad que todos nos podamos dar. Requiere cuidado, planeación, disciplina, visión, capacidad de postergación y, sobre todo, mucho amor propio.

3. Saber manejar el tiempo y tener proyectos claros

Un buen camino es hacer una lista de tus mayores frustraciones, de todos los momentos que te roba el trabajo; otra una buena pista para hacer esto es pensar en todos esos días que sales a la ventana (si es que puedes hacerlo mientras trabajas…), ves el sol y dices: “hoy quisiera estar en la piscina, hoy quisiera irme lejos al campo en este hermoso día, etc.”. Si te montas en esta decisión vas a tener tiempo para hacerlo, para salir a la calle en el momento en el que no lo hacías, para asistir a lugares casi sin fila, verás a mucha gente extraña ganándose la vida, haciendo cosas para sobrevivir.

Igualmente, si tienes un proyecto personal o algo relevante que llevas meses o quizás años posponiendo, es el momento para que lo pongas en marcha. Si eres de las personas que necesita rutinas, pues crea una nueva; maneja un horario y ponte tareas; no hacerlo te puede poner en problemas y meterte en un torbellino de dudas y confusión.

Si prefieres experimentar y probar a ver qué pasa, aclara tus experimentos y hazlos, no te quedes “intentando”. También crea rutinas y actividades nuevas que el trabajo no te dejaba hacer. Si te gusta leer ponte al día con la larga lista de libros que te esperan. Haz más ejercicio, aprende recetas sanas y come mejor, camina más en la naturaleza, cultiva una afición nueva… Las posibilidades son infinitas.

4. Aprovechar para mirar hacia adentro y confrontarse

He hablado mucho del “hacer” afuera, pero poco del “hacer adentro”. Este es un tiempo vital para conocerte lejos de la anestesia laboral, de la máscara de empleado metido en una jerarquía. En tu casa, en tu tiempo, solamente eres tú; te darás cuenta de que muchas definiciones que le daban piso y sentido a tu vida se desbaratan cuando tomas esta decisión y empieza a martillarte con insistencia esa pregunta sobre quién eres, cuál es tu propósito, tu contribución, qué le da sentido a tu vida, qué consideras como tus obligaciones, qué te gusta (de verdad), qué detestas (de verdad) y cómo te gustaría gastarte los años que te quedan de vida.

Estas son solo propuestas de pregunta, pero te puedes hacer un montón y solo te digo que con cada respuesta aparecerá un ángel o un demonio; tendrás que confrontarte con tus luces y sombras, con tus confianzas y tus miedos, todo dependerá de lo profundas y sinceras que sean las respuestas a las que llegues. Es tu camino, es tu cuestión, no importa. Si te das este tiempo y trabajas en ti de verdad, ya no puedes huir de las respuestas, tendrás que asumir el calor abrazador de la responsabilidad, porque esa es la esencia de la libertad: ¡La jodida responsabilidad!

Aquí es tu decisión… si sale bien o si sale mal fuiste tú quien decidió… no tu empresa, tu jefe, tu familia, el sacerdote, tu consejero, el libro de autoayuda, o quien sea… si tomas esta decisión y te das este tiempo lo empiezas y lo terminas tú… ahora sí eres grande… es totalmente acojonante. En este punto posiblemente ya me estés entendiendo también: esto es para valientes… si la cobardía te puede, mejor quédate donde estás.

5. Tener cuidado de a quién le cuentas (especialmente en tu familia)

No todo el mundo lo entiende ni lo comparte. En mi caso hay gente que aún cree que todavía trabajo normal… y así se quedarán por un buen tiempo. Es una buena estrategia alejar de tu lado comentarios de duda, incertidumbre, “mala energía” (mala vibra) y lo que sea que no nutra tu determinación. Te sorprenderás de la cantidad de gente que vea en ti una fuente de inspiración por tu valentía, como también que te juzgue por tu “irresponsabilidad” e “imprudencia”.

Hay de todo en la “viña del Señor”, pero este proceso, como cualquier viaje interior, es mejor manejarlo con prudencia… aunque también hay gente que me ha sugerido, de manera audaz, que lo publicite y que incluso que me abra a ayudar a otras personas a dar el paso en sus vidas… Suena interesante, ya veremos, un día a la vez, un día a la vez…

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