
Esta puede que sea una entrada incómoda, te la puedes saltar… tienes control sobre eso…
Tal vez te ha pasado que ahora cuanto libro, taller, charla o influencer zoo-psicoespiritual repite hasta el cansancio esa idea de que “controlar no está bien» (es malo) y que lo más iluminado y espiritual es “soltar el control” y “fluir” (esto es lo bueno). Cada vez veo a más gente convencida de eso y repitiéndolo como zombis, incluso juzgan a los demás porque “controlan” y se sienten dos niveles más arriba en la escalera de la iluminación porque ellos “no controlan”…
(8 minutos de tiempo de lectura, 1432 palabras)
De una forma que ya roza con el cliché, repetir esto del control sin crítica y alejados del ejercicio sensato de la confrontación con la realidad natural, desconoce que la vida se rige por diversas formas de control que son indispensables.
Pienso que el problema de fondo no es el control mismo, sino el lugar desde el cual ejercemos control, es decir, cuando controlamos por miedo, cuando queremos manipular la realidad a nuestro amaño o cuando nos apegamos obsesivamente a un resultado determinado… es ahí cuando el control se vuelve nocivo. Veamos esto por partes…
Controlar no va en contra del fluir y viceversa
Es muy fácil caer en la falacia de pensar que controlar es sinónimo de rigidez (malo) y que dejar las cosas a su suerte es fluidez (bueno). Desde luego, si nos armamos con ejemplos personales o de la vida en general, nos damos cuenta de que estas concepciones son extremas.
Me inclino por el camino medio, es decir, por pensar en el control como una forma de regulación adaptativa, como pequeñas correcciones que vamos haciendo en el fluir. La navegación en un bote o un barco son un buen ejemplo de eso (te recomiendo encarecidamente que alguna vez en tu vida hagas rafting, es un buen escenario para entender esto): la vida se parece a un río más o menos torrentoso; vamos navegando sobre esa corriente, a veces con suavidad, a veces con turbulencia ¿Qué sabemos que pasará? ¿Cómo se comportará el bote y el torrente del río aguas abajo?
Nos subimos al bote, empezamos a navegar y vamos haciendo pequeños o grandes controles para mantener el curso, evitar voltearnos o encallar. ¿Qué pasaría si no hiciéramos esto, si simplemente nos soltáramos a la corriente? En algunos tramos del río quizás no pase nada, pero en otros podría incluso ser fatal. En algunas partes será innecesario ejercer control, de hecho es maravilloso dejarse llevar por la corriente, pero llega un momento en el que te das cuenta de que tienes que tomar tu remo de nuevo, acomodarte y volver a remar.
Otra vez, empecinarse en “controlarlo todo siempre” o “soltar todo siempre”, es en esencia, una cuestión de criterio, desapego y atención. El control balanceado es también una forma de adaptación flexible.
El control inconsciente
No es lo mismo controlar desde el miedo que desde la consciencia. El control desde el miedo busca evitar lo incierto reduciendo la sensación de incertidumbre, imponer una falsa seguridad, someter la realidad a lo que “me conviene” o “deseo” (apego). En este momento, ¿sabes qué estarás pensando dentro de diez minutos?
El control desde la conciencia es una forma de regulación moderada al servicio del equilibrio de la vida, alineada con un propósito más amplio, en sintonía con mi esencia interior y con el entorno. Esto dicho así puede que suene elevado, pero si lo despiezas, te das cuenta de que el control consciente admite con facilidad las limitaciones de su ejercicio y alcance. Mientras más comprendemos la vastedad y multi–variabilidad de nuestra realidad, más prudentes somos al controlar y al aceptar que eventualmente las cosas pueden tomar otro rumbo, así sea que intentemos controlarlas de un modo determinado.
En este punto es interesante quedarnos con una pregunta: ¿controlo para evitar algo (motivación extrínseca / defensiva) o para expresar algo (motivación intrínseca / expansiva)?
El sofisma de “soltar el control”
Decir “suelta el control” puede ser malinterpretado como:
- Desentenderse (“que la vida haga lo que quiera conmigo”). Lo que le quita en sí mismo sentido al libre albedrío (responsabilidad) humano.
- Negar la acción personal (“no tengo responsabilidad en mis actos”). Lo que a su vez vuelve a contradecir algunas otras frases iluminadas… que hablan de hacernos dueños de nuestra existencia.
El matiz sería: no se trata de soltar el control, sino de soltar el control sobre lo que no nos corresponde controlar. Dicho de otra forma: discernir qué controlar y qué soltar (entregar). Desde luego, hallar este punto intermedio no es nada fácil, y menos para el ego.
Esto conecta con la frase que dice: “Señor, dame la serenidad para aceptar lo que no puedo cambiar, el coraje para cambiar lo que sí puedo y la sabiduría para distinguir la diferencia”.
La noción psicológica de locus de control
Conectado con lo anterior, la psicología distingue entre locus de control interno y externo.
- Locus interno: siento que mis acciones tienen impacto en mi vida. Soy agente activo, responsable.
- Locus externo: siento que todo depende de fuerzas externas. Soy agente pasivo, víctima.
Detente y observa cada locus (lugar) y antes de que tengas la tentación de pensar que uno es bueno o malo, o que está por encima o debajo del otro, te darás cuenta de que cada uno funciona bajo unos límites y contextos particulares. El equilibrio sano no es tener siempre un locus interno absoluto (eso lleva a la hipertrofia del ego, sobrecarga, auto–culpabilización o ansiedad), ni siempre externo (eso lleva a la pasividad, indiferencia o victimismo). El punto es saber dónde termina mi control y dónde comienza la entrega.
Si te has detenido a reflexionar, te darás cuenta de que otro matiz que aparece es: Controlar a otros Vs. Controlarse a uno mismo.
El control sobre otros suele estar teñido de manipulación, explotación o miedo.
El autocontrol es disciplina y templanza; lejos de ser negativo, es una virtud clásica. Desde luego, con moderación y consciencia, porque el exceso de autocontrol también lleva a la rigidez, constreñimiento, perfeccionismo, represión, ansiedad emocional, etc., sin mencionar los demás efectos en las relaciones interpersonales: falta de espontaneidad, distancia emocional, control proyectado, etc.
Ahora bien, “soltar todo control” también sería soltar la disciplina, la templanza y la capacidad de sostener procesos, lo cual es insostenible.
El control como principio cósmico
Me deleitaría en este punto explayándome en la idea de que el “cosmos es participativo” (John Wheeler), es decir, la realidad no existe de forma independiente, sino que es co–creada a través de la interacción y la observación de los seres conscientes. Esta teoría sugiere que la conciencia del observador juega un papel fundamental en la emergencia de la física y la información, donde la información da lugar a más física, estableciendo un ciclo continuo de co–creación.
Desde el paradigma materialista en el que vivimos, afirmar esto es una clase de blasfemia. Eso sí, que conste que lo dijo un físico… él y mucho otros lo han hecho (Pauli, Bohm, Laszlo, Heisenberg, etc.). Pero no me iré por esta rama… Solo digo que el cosmos que habitas y que nos habita, el cosmos del que somos espejo y reflejo de su mente creadora, necesita del control para mantener su equilibrio. Esa forma de control se llama homeostasis. Por ejemplo:
- La homeostasis biológica (temperatura corporal, pH, sistemas inmunológicos, metabolismo, etc.). ¿Cuándo fue tu último chequeo médico de niveles en sangre…? ¿Sabes lo que te va a pasar si no controlas lo que se ve fuera de control?
- La homeostasis psicológica (procesos de autorregulación emocional y cognitiva). ¿Has ensayado, por ejemplo, no poner límites o ceder tu poder? ¿Adivinas qué te va a pasar si no controlas esto?
- La homeostasis cósmica (las leyes que mantienen órbitas, ritmos y equilibrios). ¿Te imaginas que Júpiter, el Sol o la Luna se salieran de curso por alguna alteración gravitacional? No estarías leyendo esto y yo menos hubiera podido escribirlo…
El riesgo surge cuando el ego pretende controlar desde la desconexión con ese principio mayor, cuando es inconsciente del equilibrio que le corresponde encontrar. No es el “control” en sí mismo el problema, sino la interferencia egoica de la supervivencia y la previsión.
Ahora piénsatelo mejor cuando le digas a alguien o cuando escuches decir: suelta el control…
Por ahora te dejo estas tres preguntas:
- ¿Qué partes de tu vida controlas desde el miedo y cuáles controlas desde la consciencia?
- ¿Qué controles sostienen tu equilibrio, y cuáles lo destruyen?
- ¿Dónde necesitas soltar un falso control para recuperar un control más esencial y consciente?
Gracias por llegar hasta este punto.
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