
Y desdramatizar la vida…
La clave es centrarse en presenciar los fenómenos, en permitir que la vida simplemente sea lo que es, en tomar distancia de lo que nos ocurre y “estar ahí sin ser de ahí”.
Nos ofendemos con facilidad
¿Cómo dejar de ofendernos por todo y por nada? Hacerlo es difícil… si fuera fácil todo el mundo lo haría, y no habíra necesidad de pensar o escribir sobre esto. ¿Cómo hacerlo? Sencillo: quitar el “me” de la ecuación. Ejemplos:
- No
mesaludó - No
memiró - No
meescuchó - No
merespondió - No
mepreguntó cómo estaba Metrató bien / mal- No
meprestó atención - No
medijo Mecortó la conversación- No
mequiso ayudar - No
meagradeció Mefalló cuando más lo / la necesitaba- Nunca
medijo que… - No se despidió de
mí - No
mereconoció - No
medefendió Memintió- No
metuvo en cuenta Meignoró
Tomamos partido (por casi todo)
Opinamos por todo (especialmente en redes sociales) ¿Cuántos millones de opiniones se procesan en las redes sociales día a día? Son tantas que incluso el dato es incierto (según averigüé). ¿A quién le importa lo que opines? La mayoría [de esas insulsas] opiniones alimentan esa máquina de pseudo–atención… el día que se acaben las opiniones y la cantidad de sandeces que se repiten, se acaba ese modelo… o quizás no muera, pero queda bastante herido porque las opiniones atraen mucha atención.
Tomamos partido (que es “ejercer” nuestra opinión). Rara vez cuestionamos o confrontamos lo que pensamos y lo creemos, así como la información que nos llega y sus fuentes.
Nos mantenemos en modo confirmación: vivimos buscando pruebas a nuestros sesgos, dejando de lado un montón de información contraria o contándonos “bonitas historias” para creernos nuestros cuentos, como en una especie de ingenuidad racionalizada o disfraz de “espiritualidad idiota”.
¿Qué hacer?: parar de juzgar, etiquetar, confirmar y tragar entero. Poner en duda la realidad, presenciar el vacío que subyace en todo.
Al final no hay que defenderse, cuidarse sí, pero defenderse no… ¿para qué?
El experimento queda sobre la mesa.
🤔