El regreso de un yogui gordo y calvo

Luego de casi cuatro meses de ausencia, regreso con muchas dudas sobre si seguir escribiendo aquí o no. Esta tribuna que he creado, este “engendro” (Mantenlo Simple) he pensado muchas veces en eliminarlo, poner en venta el dominio y dejar de pagar el punteo del WordPress… para gastarme luego esos pocos dólares en cerveza. No me ahorro nada en realidad.

Al final, luego ¿a quién le importa? Me debería importar a mí, debería tener muchas razones de peso para seguir escribiendo acá, como hace mucha otra gente a la que sigo y que no paran de escribir. Mi gran amigo Gabriel, quien más me insiste en que no importa si me leen uno o cientos, siempre me termina dando la razón, pero yo no le creo… ni a él ni a mí mismo.

Tal vez me tenga que volver de esos que escapa a la India, se enferma de gastroenteritis, se encierra en un Ashram lleno de malolientes europeos sin bañar, a hacer meditaciones que no entiendo y que no conecto, para después volver a este trópico latinoamericano a vender la falsa imagen de que me “iluminé” porque fui a la India a meditar… convertirme en un neoevangelista y volver con un diploma de instructor de yoga.

El problema es que la calvicie que me acompaña [desde hace años] no me dejará tener el pelo largo ni las rastas de un Yogui consagrado y, si me rapo del todo, pareceré más un monje budista y no me creerán cuando me ponga mis Dhoti (Veshi) holgados y empiece a contorsionarme mostrando las más socorridas y atléticas asanas. Sumado a esto hay otro problema, quizás el más grave de todos, es que si sigo la cábala judía y la alquimia occidental, entonces tampoco me calza este personaje del hindú occidentalizado que intentaré crear.

La panza tampoco me ayuda, así cuando haga respiraciones abdominales profundas, quedará al descubierto que no me he consagrado al vegetarianismo y que no renuncio a los filetes de carne de res hechos a la parrilla (de carbón).

Parece que soy muy normal, soy otro mortal buscando la iluminación en un país olvidado por dios, en este rincón del planeta que solo produce reggaetoneros, “damas de compañía”, narcos y ladrones. Mejor dejo la lista hasta aquí para seguir pareciendo políticamente correcto y que no me censuren… Al mismo tiempo, cuando digo que esta patria produce eso, también me describo a mí mismo… es imposible describir algo a lo que perteneces y no describirte a ti mismo al mismo tiempo. ¿Qué seré yo? Sin duda, otra clase de proscrito, otro paria mundial.

¿Para qué todo esto, para qué seguir molestándose por la humanidad, por mi humanidad? Esta parece ser una especie fallida que quiere convertir a este en un planeta fallido. ¿Pesimismo? Quizás sí.

De todos modos, hay que hacer algo… lo que me guste, aquello en lo que crea, a lo que le encuentre sentido (así no lo tenga), lo que cambie el mundo, mi mundo… porque, si no es así, ¿para qué vivir?, ¿para qué venir aquí?

Simplemente regreso. ¿Cómo dejar de hacer esta extraña mezcla entre necesidad, gusto y placer?

🤡

7 comentarios en “El regreso de un yogui gordo y calvo

  1. No tengo la respuesta. Me encantaría poder dártela después de empatizar con esa impotencia y decepción, sólo pienso que el camino hacia la mejor versión que podemos llegar a ser es difícil y fructífero al mismo tiempo, y que a sí mismo se valen las pausas, los retrocesos, el detenernos y mirar los puentes que cruzamos e incluso hasta cambiar la pisada.
    No es necesario aspirar a verse como ningún gurú, no todas las rutas ni técnicas nos sirven a todos y aún con nuestras limitaciones podemos enseñar y aprender de nosotros mismos así como compartirlo con los demás. A veces el ego espiritual nos hace crearnos personajes moralmente superiores y de pronto nos damos cuenta que somos simples mortales y ya, y eso está bien. No lo digo particularmete por ti, no te conozco, sólo hablo en términos generales.
    Lo intentamos, mejoramos, caímos y nos transformamos. Seguro eres bastante bueno en tu mundo pero te exiges demasiado, la idea es disfrutar un poco más del proceso.

    Soy ligeramente cercana a la mitología Hindú y hasta conecto con algunos de sus deidades e historias. He practicado «meditación» y otras técnicas (que de seguro ya sabrás que lo que nosotros entendemos por meditar sólo son métodos de relajación profunda aquí en Occidente y no el estado en sí, que es la meditación misma). Es arduo, no tienes que ser un asceta a menos que te lo propongas, pero bastaría con dar lo mejor que puedas para ti mismo y no para lo que piense el resto, piensa que haz alcanzado más que muchos. El resto se salva o se hunde solo, están en su derecho. No es tu responsabilidad, hermano.

    4 meses antes me habría parecido una eternidad pero me ausenté esta vez por prácticamente 3 años, imaginarás que me siento algo ajena a un mundo que creía comprender en ese entonces, pero ha cambiado y yo también; supongo que he de encontrar cómo acomodar las piezas y el ritmo ahora.

    Seguro no me recuerdas, yo a penas lo hago porque creo que me fui justo cuando empezábamos a interactuar, lo siento. Te doy la rebienvenida, si me lo permites.

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    1. Todo lo que dices resuena plenamente con la intención que puse en esa clase de «catharsis» del texto. Completamente de acuerdo con tus argumentos y hago acopio de tus sugerencias, que bastante las necesito en este tránsito en el que estoy. Como dice Gabriel, mi hermano de almas y a quien menciono en el texto: «El sagrado propósito de hacerse caso…».
      También soy honesto: no te recuerdo, pero si no hay despedida, se trata solo de ausencia; si hay regreso, se trata de volver a saludarse.
      Gracias por tu comentario y por pasarte por aquí. PCMH – MS

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