
Apego, ceguera, terquedad y falsa resiliencia.
La “Teoría del caballo muerto” dice, en esencia, que “cuando descubres que estás montando un caballo muerto, la mejor estrategia es desmontar”. A primera vista, esta frase puede parecer una obviedad absurda, pero luego de pensarlo mejor me di cuenta de que más de una vez he intentado cabalgar sobre caballos que estaban muertos desde hacía mucho tiempo. No veía en realidad el caballo y tampoco comprendía de qué forma estaba muerto; a todos nos ha pasado, lo puedo asegurar.
Un caballo que ya estaba muerto
Ese caballo muerto es ese proyecto, iniciativa, relación o “sueño” al que le has invertido tiempo y energía, pero que no va a ningún lado; que se queda estático, frío e inerte en un rincón de tu vida… ese caballo muerto es ese animal que parece que solo te entusiasma a ti. Esta teoría del caballo muerto bien puede ser una metáfora del apego y de la avidez relacionada con ese apego.
Entonces, nos metemos con alguien convencidos y esperanzados de que con el tiempo esa persona va a cambiar… y años después no cambia, al contrario, empeora, porque ya se tiene más confianza, no busca impresionar o cuidar su imagen, y le importa un pepino mejorar o ser diferente. Inclusive, está a gusto siendo como es, con su faceta de caballo muerto… es más, quizás ni se vea a sí misma así, quizás se experimenta como un rozagante unicornio blanco que brilla con luz propia mientras cabalga feliz por la pradera.
El gran problema de fondo es que, desde el principio, nosotros elegimos ese ejemplar, apostamos por ese proyecto. No sé mucho de caballos, pero creo que sí soy una autoridad en caballos muertos. Los negocios fallidos que nunca monté, pero a los que le invertí; el curso de lectura rápida que me costó un ojo de la cara, que le luché y nunca mejoré; el curso de portugués que abandoné; la esperanza de que alguien me volviera a llamar y no llamó… aunque le seguí buscando. Hay tantos ejemplos, me he obsesionado con tantos caballos muertos.
¿Qué dirán de mí?, ¿Qué tal vez podría ser un embalsamador de caballos [muertos]?, ¿cómo se verá eso?, ¿cómo sonará?
Adornar la imagen del caballo muerto
Vemos que el caballo no se para, no se mueve… intentamos ver si todavía respira y ¡oh, sorpresa!, nos damos cuenta de que no lo hace y negamos esa realidad: ¿Cómo va a ser posible que el caballo que compré no de señales de vida? Pero si acostadito se veía tan bello, con tanto potencial para pararse y moverse. Sí, ese caballo tenía bríos, pero solo en nuestra imaginación.
La gran pregunta es: ¿Cuándo y cómo saber que el caballo está muerto?
Entonces vamos donde otros jinetes a preguntarles si ven que nuestro caballo está muerto… y sinceramente nos dicen lo que sí ven: ¡No ves que ese caballo está muerto!, ¡ese caballo nunca te va a responder! Qué manada de insensibles, no ser condescendientes con nuestra duda, no nos dan esperanzas de que por lo menos el caballo se ponga de pie. Ahí es donde empezamos a pensar que es mejor cambiar de amistades.
Luego aparecen los eufemismos, las explicaciones tranquilizadoras… o una perversa mezcla de ambas cosas. Entonces el caballo muerto, si se trata de personas, ya no está muerto, sino que es “un ser en su proceso, que sigue su camino y que va a su tiempo… ya llegará el momento en que reviva para mí”.
Si se trata de metas o proyectos claramente fallidos, pensamos que “con un esfuerzo adicional y más inversión, la situación se revierte y todos los errores se corregirán”. Si se trata de un vehículo, un objeto o un aparato, “así todavía aguanta… si le pego acá, amarro esto, le pongo este plástico… bueno, lo que sea, así todavía aguanta… ya no puede más, pero aguanta”.
Somos puro apego, y aunque el caballo inerte y silencioso ya no manifieste nada, sigue vivo en nuestra mente. La gran pregunta es: ¿Cuándo y cómo saber que el caballo está muerto? Porque solo nosotros lo vemos vivo, eso nos tranquiliza, nos ilusiona. Por eso dudo tanto de la palabra «sanar».
La fuga energética del caballo en la tumba
Intentar revivir caballos muertos es una soberana pérdida de tiempo. Puede que al ego le de un poco de tranquilidad saber que “hizo todo lo que más pudo”, pero a mediano y largo plazo esa energía que perdemos nos hará falta en el camino. Dicen que la energía no se crea ni se destruye, que solo se transforma, pero creo que esa explicación, en el mundo de los caballos muertos, tiene una fisura notable.
No hay propósito en seguir intentando revivir y mucho menos montar un caballo muerto. ¿Cuáles son ahora los caballos muertos de tu vida?, ¿los que luchas y luchas por revivir?, ¿cuáles son esos caballos muertos a los que te apegas desesperadamente?
No sé cuántas veces intentamos definirnos a nosotros mismos a través de la supuesta resucitación de caballos muertos. ¡Qué tremenda trampa nos armamos!
Puede que el caballo lo hayas enterrado… luego lo desentierras, intentas revivirlo, le das el soplo divino y quizás, solo quizás, revive unos segundos. Encaras el caballo, te montas en la ilusión de que esta vez sí será, que esta vez sí vivirá, que el caballo cabalgará y que podrás montarlo… pero hasta ahora, nadie le ha preguntado al cabo si le interesa regresar de entre los muertos… o si disfruta más estando entre los muertos que entre los vivos.
¿Será que he sido el caballo muerto de alguien? Con absoluta certeza que sí. Ojalá que me perdonen.
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