Sincronicidad de F. David Peat (Leído)

El puente entre mente y materia

Posiblemente tu vida está plagada de ejemplos de sincronicidades o circunstancias que crees que son “casualidad”, pero que no necesariamente funcionan así. Empecemos por lo primero, ¿qué es sincronicidad?

“Carl Jung definió sincronicidad como ‘la coincidencia en el tiempo de dos o más sucesos no relacionados causalmente y que tienen el mismo significado’. Esto implica claramente que ciertos sucesos en el universo se agrupan en patrones significativos sin valerse de los empujes y tirones normales de la causalidad” (Peat, p. 46).

Por ejemplo, puedo tener mi mente ocupada en la compra de determinado artículo y, sin hacer nada aparentemente voluntario, voy por la calle y pasa un vehículo con una publicidad de ese artículo, abro una revista y ¡pum!, sale eso en lo que estaba pensando; una persona “inesperadamente” me habla de eso que busco sin yo comentarle o haberle preguntado nada específico; puede ser que yo llegue a la casa de otra persona donde tienen el artículo en mención y yo no tenía ninguna intención de ir a verlo y mucho menos sabía que lo tenían, etc. Además, puede sumarse el caso afortunado de que alguien te regale eso que pensabas comprar, sin que de ningún modo se lo hubieras informado, solo porque “sintió el impulso de comprártelo”.

Otro caso común es cuando ves un mismo número o una secuencia de estos de forma repetitiva. Te despiertas a la madrugada y ves en tu reloj despertador las 3:33 AM, luego sales en la mañana y pasa un vehículo que lleva el número 333. Vas a almorzar y te sientas en la mesa 33 del restaurante, la que a su vez solo tiene 3 sillas… en la tarde, involuntariamente te sientes cansada, miras la hora y ¡oh sorpresa!: son las 3:33 PM… sin mencionar que al final del día tienes una cita médica adivina en qué consultorio…: sí, en el número 333.

La sincronicidad fue definida por Jung como un “principio conectivo acausal”, una conexión esencialmente misteriosa entre la psique personal y el mundo material (dos aspectos o manifestaciones diferentes de la misma cosa).

No es casualidad ni coincidencia

Hay que aclarar que sincronicidad es distinto de sincronismo o coincidencia y tampoco son ideas intercambiables entre sí. Cuando nos encontramos ante eventos sincrónicos, estos simplemente ocurren en simultáneo, hay una correspondencia, una armonización, las causas – efectos son deducibles y en muchos casos también intencionales; mientras que con la sincronicidad, aunque se trate de eventos aparentemente coincidentes, las relaciones causa-efecto entre estos son misteriosas y se unen a través de una línea de significado o sentido compartido.

Otro aspecto clave de las sincronicidades es que no se trata de simples casualidades, por el contrario, son eventos diferentes entre sí, que van confluyendo y que tienen una conexión común a través de una línea de sentido que les damos como observadores. Dicho de otro modo, nos pueden pasar algunas cosas juntas que podemos juzgar como “casualidades”, pero que en sí mismas guardan relación sin ser iguales.

Estos son ejemplos simples y reales que me han ocurrido o a personas que conozco. Cuando nuestra atención se enfoca, vemos secuencias de eventos que “misteriosamente” se conectan entre sí de formas que pareciera como si una fuerza circunstancial oculta nos arrastrara hacia ellos: es a todo esto a lo que llamamos “sincronicidad”. Es algo que nos ocurre de muchas formas, a muchos de nosotros, algo que no sabemos explicar y que, por la forma como se manifiesta, le damos poco crédito por lo aparentemente irreal que parece… pero en últimas ¿qué es la realidad?

Jung y Pauli

Como menciona Peat en su libro, esta idea comienza a cuajarse a partir de la colaboración entre el psicólogo Carl Jung y el físico Wolfgang Pauli. Aunque Jung conociera primero Pauli como paciente, pronto descubrió que su desbordante actividad mental y simbólica “estaba inundada de material arcaico del inconsciente colectivo”, por lo que no quiso (dijo él) contaminarse y contaminar el proceso de Pauli, por lo que decidió derivarlo con otro analista; no obstante, su interés mutuo por estas cuestiones selló una larga amistad y colaboración intelectual.

Más adelante y con perfecta relación al principio de sincronicidad, aparecería un fenómeno al que varios físicos llamaban el “efecto Pauli” (p. 32):

“Una de las más curiosas historias sobre Pauli trata del número 137. Uno de los grandes misterios sin resolver de la física moderna es el valor de la constante de la estructura fina, dado que, mientras que las otras constantes fundamentales de la naturaleza son todas o inmensamente pequeñas o enormemente grandes, esta constante de la estructura fina, 1/137, resulta ser un número de tamaño humano. Este número 137 y su lugar en la escala del universo le dejaba especialmente perplejo a Pauli, y continúa desafiando a físicos hoy en día. Era un misterio que Pauli llevó consigo hasta la tumba, porque al ingresar en el hospital, le dijeron que su habitación sería la 137. Según una versión de este relato, al saber cuál era el número de su habitación, Pauli dijo: «Nunca saldré de aquí». Efectivamente, murió poco tiempo después.

Jung y Pauli, en 1952 publican juntos “La interpretación de la naturaleza y la psique”, un libro que recoge las principales reflexiones y análisis en este sentido y que resume en mayor detalle la teoría de la sincronicidad, considerando estos aspectos:

  • «la coincidencia en el tiempo de dos o más sucesos no relacionados causalmente, que tienen el mismo significado o un significado parecido»
  • «actos creativos»
  • «paralelismos acausales»

También escribió que:

“(…) las coincidencias significativas no pueden concebirse como la pura casualidad -cuanto más se multiplican y cuanto mayor y más precisa es la correspondencia… ya no pueden considerarse pura casualidad, sino que, por falta de un explicación causal, deben considerarse combinaciones significativas”. (p. 34)

Al respeto, Peat hace ver un elemento clave para comprender la sincronicidad:

“Tal como Jung había señalado anteriormente, la posesión de significado y, particularmente, la relación con una activación profunda de energía dentro de la psique, es la naturaleza misma de la sincronicidad. Es como si la formación de patrones dentro del inconsciente fuese acompañada de patrones físicos en el mundo exterior” (p. 39).

Las sincronicidades exhiben relaciones, pero no causas, es decir, vemos cómo se manifiestan, pero no somos capaces de establecer desde dónde se causan y qué las hace confluir. Eso es lo misterioso y a la vez fascinante de las mismas. Sin embargo, podría llegar a pensarse que hay una “meta–causalidad”, es decir, una clase de fuerza motora en nuestra psique o en el cosmos mismo que mueve los acontecimientos en los que se enfoca la mente humana… Sin embargo, el misterio persiste.

Por esa misma razón, la mente y el estudio del comportamiento siguen llenos de callejones sin salida. A nivel psíquico, nuestras causalidades (justificaciones) son dinámicas, los sucesos que afrontamos no son claramente definibles e independientes, no hay un flujo claro de causas y efectos (tal vez patrones… pero hasta ahí) y más bien lo que experimentamos son multicausalidades. Para nosotros, el tiempo es no lineal y ambiguo.

“La causalidad y la sincronicidad no son contradictorias sino percepciones dobles de la misma realidad fundamental”. (p. 70)

Un universo participativo informado y que informa

Mas adelante Peat reconoce un elemento clave en la asimilación de las sincronicidades y tiene que ver con la interacción entre percepción y comunicación, o dicho en términos sencillos, en la “capacidad que poseemos de explicar nuestro mundo”. El lenguaje es el código que empleamos para dar sentido al mundo que habitamos; en tal sentido, nuestra noción de la realidad dependerá de ese código y de lo que seamos capaces de hacer y comprender con él. Al respecto, Peat comenta que:

“Sin embargo, en [el libro] Ciencia, orden y creatividad, David Bohm y yo mantenemos que el campo de la percepción y la comunicación se debe considerar como un todo indivisible. El lenguaje, la actividad de la comunicación y la percepción por medio de los sentidos y la mente actúan entre sí recíprocamente de formas particularmente sutiles. De este modo, una visión del mundo y un lenguaje pueden reforzarse el uno al otro, de manera que cada persona que habla ese lenguaje está inconscientemente dispuesta a ver el mundo desde un punto de vista determinado”. (p. 166)

La discusión se amplía a las ideas del I Ching, que influyeron profundamente en Jung, la teoría de los campos mórficos de Rupert Sheldrake, la teoría del potencial cuántico y el orden implicado de Bohm (las partículas elementales responden y actúan a la “información” que poseen…) y la teoría de Hamilton–Jacobi sobre los movimientos ondulatorios de las partículas… por ahora dejemos acá para no alargarnos… pero en este punto el libro se pone bastante divertido e inquietante (por lo menos para mí…).

En cuanto al sentido de la información y la implicación de la mente en la materia y viceversa, Peat hace esta [encantadora] reflexión:

“(…), una mente que permanece flexible y sensible, estará en un proceso constante de cambio creador y reaccionará a los patrones globales de la naturaleza, a fin de que el individuo pueda entrar de nuevas maneras en estos patrones. La sincronicidad aparecerá naturalmente en una mente que esté constantemente sensible al cambio, pues revela los patrones globales de la naturaleza y de la mente, y proporciona un contexto en el que los sucesos tienen su significado”. (p. 205)

En síntesis, este es un libro que [a mi juicio] mezcla rigor científico, autocrítica, filosofía, piscología y una visión integrativa de la forma como percibimos la realidad y la forma como esta se manifiesta en nuestra consciencia. La sincronicidad, aparte que fenómeno, es también la atención suficiente para reconocer esos eventos significativos confluyentes que parecen sugerirnos que “vamos por donde es…”.

Este libro de David Peat te invita a “integrar las cosas”, poniéndolas en perspectiva y a hacer “un llamado de atención a nuestra atención”, al significado de los fenómenos que nos rodean, teniendo de presente el asunto crucial de que: “todo es mente y la mente es el todo”.

Me encantaría conocer tus ejemplos e historias de sincronicidades, por favor compártelas en el área de comentarios.

Para revisar el libro, puedes visitar la sección de libros electrónicos (antes de tenerlo en papel…)

Referencia: Peat, F. David. Sincronicidad, Editorial Kairós, 2003

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