
Nos dicen que seamos nosotros mismos, pero poco nos hablan del costo que hay que pagar por eso.
Buscar ser, “conectarnos con”, “llegar a ser”. Esa es la contradicción, porque en esencia venimos a vivir una vida artificial en la que siempre estamos detrás de algo y luego, para descubrir quiénes somos, debemos ir al interior, a nuestro centro y desplegarnos como una flor de loto que brota del pantano.
Entonces te lees mil libros sobre espiritualidad que más o menos te dicen: “sé quién quieres y encuentra el gozo siéndolo; en aquello en lo que encuentras gozo y alegría, eso es lo que te dará pistas de cuál es tu verdadera esencia, esa es la verdadera meditación”.
Al mismo tiempo, venimos “con el dato olvidado”, no sabemos cuál es nuestro origen cósmico porque nuestro ego no es capaz de funcionar con esa verdad, estamos acá con la memoria borrada y es un tremendo enredo luchar por recordar nuestra “esencia divina”, nuestro plan y el servicio que venimos a prestar a la humanidad y a la Tierra.
A veces me suena como alguna clase de plan canalla y truculento… medio masoquista… no sé ustedes qué piensan. Pero suena como: camina a ciegas y encuéntrate a ti mismo (a) dando tumbos por el desierto. ¿Qué clase de propósito mezquino es ese?
Es casi como que te lanzan con la memoria borrada después de una borrachera, casi sin recursos y luego te dicen: “pregúntale a tu alma cómo salir de ahí y caminar hacia dónde te diga… hacia donde sientas”, ¿y quién o qué es el alma?, ¿qué tal si no siento nada?, ¿dónde está la voz de esa supuesta alma?, ¿qué ser o consciencia perversa programa un plan así? Miramos alrededor y no parece que haya lugares muy agradables y prometedores que digamos.
Se supone que cuando nos reconectemos con “eso que somos”, entonces la vida será otra. Una más “plena”, “feliz” y “gozosa”. ¿Pero qué son esas tres alegrías para cada quién? ¿Qué es plenitud, felicidad y gozo para ti o para mí? ¿Debería ser lo mismo para todos? Y somos tantos humanos ahora, tan comunes, tan corrientes.
Otra vez viene la pregunta: ¿Entonces quién o qué soy? Al fin qué somos… cae otra cuestión en el tintero: si se supone que no somos lo que realmente somos, sino que llevamos puesta una máscara (ego) para estar adaptados a este mundo inadaptado porque la mayoría nos alejamos de nuestra esencia, entonces: ¿básicamente todos estamos viviendo una clase de locura colectiva por inadaptación o adaptación forzada? ¿tiene salvación [y sentido] un mundo así?
Pero resulta que ¡zaz!, un día cualquiera tienes tu satori, tu momento cumbre (peak moment) y te das cuenta de quién eres, te iluminas y comprendes cuáles son tus talentos, tus dones, tu propósito en esta existencia… ya sabes a qué viniste. Eres un ser privilegiado porque develaste el misterio de la existencia humana, de tu existencia personal.
Entonces, ahora te metes en otro problema nuevo: ya sabes quién eres y tienes la disyuntiva de “ser quien soy e irme en contra de todo [lo adaptado] y de todos [los adaptados]”, o simplemente seguir llevando la vida que en apariencia ya llevas.
Ahora que lo sabes, vuelves al desierto del que, a propósito, descubres que nunca has salido y te preguntas: ¿Qué hago cuando realmente sea quien soy?, ¿podré vivir de eso? Resulta que el presente es otro, las soluciones que llegan son otras… muy alejadas de tu ser…
Sobrevivir está primero, las cuentas no paran de llegar, la inflación no cede, tu pensión de vejez la expropió el gobierno de turno, las obligaciones van primero y mientras tanto el tiempo para ser quien eres se pospone indefinidamente porque simplemente hay que sobrevivir… Ese es el laberinto.
También te puedes dedicar a “ser quién eres” en tus ratos libres y a eso lo llamarás hobbie. Vivir de ser quienes somos puede ser un lindo sueño con un despertar, duro, descarnado y amargo. ¿Cómo vivir siendo quién soy? ¿Cómo dedicarse a hacer lo que quieres de verdad? Parece toda una utopía, un bonito cuento de hadas posmoderno para vender y vender libros de autoayuda en anaqueles de supermercados o en molestas y repetitivas campañas de Instagram.
Ser quién eres de verdad luce como una especie de privilegio restringido a millonarios o a yoguis ascetas. No sé qué tan listos y dispuestos estemos para emprender esos caminos…
Este fatídico e incendiario texto no es más que un baño de realidad, de un cuento que cada vez me creo menos por más que me lo repitan, pero en el que quisiera creer al mismo tiempo, así de ambiguas se han puesto las cosas.
¿También te pasa…?
😔