
Lo que callamos quienes odiamos madrugar
Levantarnos en la mañana es una especie de lucha para muchos de nosotros. Es una mezcla entre pesadez, desánimo, pereza, desconsuelo y deseo de volver a un lugar en el que tampoco sabemos estar: la cama. Tenemos mal carácter, como si la mañana fuera un ser al que odiamos, como si hubiera una clase de consciencia existencial a la que nos encantaría maldecir y culpar por el hecho de tener que abrir los ojos a las malas y poner los pies en el suelo.
Para muchos de nosotros la mañana es un momento detestable. Despertar es antinatural, madrugar atenta contra los ritmos naturales, ser esclavos del despertador le hace daño al cuerpo (según un estudio que me acabo de inventar…). No entiendo cómo hay gente que está feliz, animada y sonriente en la mañana justo después de levantarse, ¿qué será lo que celebran?, ¿qué alegría encontrarán en todo esto? ¿Será una forma de masoquismo?, ¿cómo harán para forzar su cuerpo de esa manera?
Tengo muchas amigas fitness que se levantan varios días a las 5:00 AM para hacer ejercicio hasta el límite de la resistencia… y lo hacen felices, sonrientes ¡Qué amor por el cuerpo! ¡Qué desprecio por el sueño! ¿Cómo lo hacen? Me lo pregunto muchas veces, me asombran.

Al preguntarles por qué o cómo lo hacen, vienen palabras como: disciplina, compromiso, salud, energía, “el cuerpo me lo pide”, costumbre, “ya no podría dejar de hacerlo”, etc. ¿Cómo puede un cuerpo pedir salir de la cama tibia a maltratarse haciendo ejercicio? No sé cómo lo hacen.
Luego me preguntan que por qué tengo mal humor en la mañana, por qué mi molestia. La respuesta es simple: se interrumpió un ciclo natural, todo iba bien, estaba soñando, viajando en el astral, visitando mundos, la temperatura corporal por fin era la ideal, todo estaba en orden en la cama y ¡pum!, suena la maldita alarma, hay que levantarse para irse de frente contra el tráfico, el transporte público atestado, contra los compañeros que te regalan una sonrisa resignada o hipócrita (hay distintos grados de sinceridad…) porque al final están en la misma lucha corporal.
Para rematar, nací en un país y en una cultura que le rinde culto al “madrugar”, acá todo empieza muy temprano, a las 6:00 AM ya hay un ajetreo tremendo y a las 8:00 AM ya el mundo está en lo que está. Acá los “buenos” son los madrugadores, parece ser gente optimista y contenta, ven una clase de superioridad moral en ello.

Madrugar puede ser estresante
Para muchos de nosotros, solo saber que abriremos los ojos y que nos tendremos que poner en pie cuando la noche sigue [sin retirarse] es una fuente de estrés porque recordamos esa somnolencia que no se irá y que nos acompañará todo el día, de esa “borrachera” y de esa dificultad matutina para hacer las cosas, de esa pesadez corporal y de esa molestia que se siente al no querer hacer nada porque simplemente tuvimos que hacer algo contra nuestra voluntad: madrugar.
La noche antes estaremos pensando en cómo le haremos, cómo abriremos los ojos, cómo será eso de voltearnos y poner los pies sobre el suelo, luego intentar movernos, dar pasos hacia el baño e intentar hacernos cargo de la vida, de asumir la existencia y apersonarnos de ese nuevo día. Madrugar es antinatural, insisto. Habrá muchos libros de auto–ayuda que digan lo contrario, que con “hechos” e historias de “emprendedores multimillonarios matutinos” refuten mis sentimientos, pero seguro son escritos por salvajes a quienes les gusta madrugar, gente que ama la mañana.
No somos esos, los que odiamos madrugar somos de otra calaña, porque seguro somos de esos que leemos esta clase de cosas a las 2:00 o 3:00 AM, a los que la media noche nos inspira a lo oculto, a protegernos en el silencio, a por fin huir del bullicio, a zambullirnos en medio de series, libros o conspiraciones publicadas en redes sociales. Los nocturnos de vez en cuando solo nos tienen en cuenta para salir, pero de resto, este es un mundo dominado por los madrugadores, a ellos “Dios sí los ayuda”.

Cuando madrugamos el día se nos hace más largo… muchos esperamos con ansias la noche y su cobijo. Para los reyes de la mañana, el día es su amparo, adoran al dios Sol, tienen la noche para dormir. Los “morning – haters” funcionamos en la noche, en el trasnocho, en el silencio, en medio del cansancio de los madrugadores; por eso tampoco el sermón de “acostarnos temprano” y pensar poco antes de irnos a dormir nos funciona, porque precisamente esa es la hora cuando más activos y lúcidos podemos estar.
Como humanidad creamos la luz para vencer la oscuridad de la noche y pareciera que seguimos siendo esclavos de la luz de la mañana.
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