Te tengo un chisme…

El dulce sabor de un mal aparentemente necesario

Nos pasa que cuando escuchamos o decimos esta frase: “te tengo un chisme”, nos entran unas ganas irrefrenables de enterarnos de qué va la siguiente narración o de simplemente soltarla. Si hay algo con poder para captar la atención de otro ser humano es el chisme. Tal vez nunca te has preguntado qué es el chisme, por qué nos gusta tanto, por qué nos atrae y al mismo tiempo nos cuesta contenerlos, por qué propagas chismes, por qué chismosear puede ser un arma de doble filo para todos y cuál es esa irresistible tentación de lanzarnos a la aventura de explorar algo que quizás no nos incumbe… veamos.

Vámonos a la fuente: ¿Qué es el chisme? ¿Qué es el acto de chismear? Lo que dice la RAE

Ahora, prosigamos…

La sutil diferencia del chisme con el rumor y la leyenda urbana

En la mitología, rumor y chisme son dos hijos paridos por la diosa de la “Comunicación” y a la vez son hermanos del hada de la “curiosidad”. Aunque a veces se usan como sinónimos, hay una ligera distinción entre ellos: El chisme es cuando se habla sobre algo o alguien con otra persona o un grupo de personas; hay un tema directo que sigue una línea más o menos definida de difusión, pero su contenido se va transformando o “adornando”. Por otro lado, el rumor se refiere a la divulgación de información específica que no ha sido verificada. El rumor y el chisme podrían ser verdad, falsedad o una mezcla de ambos extremos.

El rumor es más amorfo, rueda de persona en persona y se mantiene más o menos neutral, sin cambios de sustancia, matices o forma. Por ejemplo: “andan diciendo que el río se va a desbordar…”. Esto repetido más o menos igual unas 62.327 veces… sigue siendo un rumor. Pero si en paralelo se tejen historias, explicaciones y juicios de por qué el río se va a desbordar, y cada historia no trasciende de determinados círculos o espacios, estamos hablando de chismes. De nuevo, la diferencia es bastante sutil.

Se habla también de la “leyenda urbana”, que podemos tratar como un rumor con consciencia de duda, una explicación vaga, el eco en el tiempo de un rumor y quizás un cuento lejano con una duración más extendida. Si piensas en todas las leyendas urbanas que conoces, verás que “por default” traen un atisbo de duda… mientras que el rumor de que el “río se desborde” tiene un riesgo de ocurrencia más alto, tal vez se percibe más cercano y puede encender alertas.

“Comer prójimo”: Modalidades y alcances

La fuente y origen del chisme es diversa: hay chismes que son tuyos o tú eres la fuente que esparce la narración de algo que hizo alguien más; en este caso te constituyes en emisor. Al decir que el chisme sea “tuyo”, se relaciona con el hecho de que seas “protagonista directo”, es decir, sujeto generador de la cagada, estupidez o tontería que hace las delicias de todos los receptores del chisme. Ya si eres tú quien abre la boquita para contarlo o no, es otro tu decisión.

🙂

Ahora llegamos al ejercicio de “comer prójimo”: hay otro ámbito en el que el chisme proviene de alguien más que funge como difusor y, en este contexto, te conviertes en “espectadora – receptora”. Eres una atenta y dispuesta esponja absorbente que recibe todo ese caudal de información para luego determinar si contribuyes a su copiosa réplica o si solo ejerces tu sagrado “derecho” a juzgar al sujeto del chisme por su vida imperfecta e inferior a la tuya.

Hay otro chisme que es el colectivo (nuestro chisme), en el que todos llegamos y compartimos las versiones y visiones que tenemos frente a la misma realidad. Ocasionalmente este chisme puede tener deliciosos tintes de conspiración, si es que el ambiente lo permite.

A través del chisme nos ocupamos de la gente que es “socialmente relevante” para nosotros (familiares – amigos, enemigos – competidores, personas con fama o poder). El chisme, aunque no lo parezca, tiene una función adaptativa: Saber quién es quién y cómo estamos parados frente a esos “quiénes…”, porque dependiendo del juicio que hagamos decidimos si tomamos acción o no, si nos cuidamos, huimos o atacamos.

Este principio lo han entendido a la perfección las redes sociales y sus algoritmos. Si publicas un par de memes, el enlace a un artículo, una noticia o cosas más neutrales, verás que solo obtendrás algunos “Me gusta” (y eso, si es que te los dan…). Ahora ensaya publicando una foto o vídeo personal y la cosa cambia sustancialmente.

El chisme lleva implícita la idea de que “mi primer interés es enterarme de qué pasa con tu vida para contrastarla con la mía…”. Naturalmente, no siempre ocurre del mismo modo con toda la gente a nuestro alrededor… todos tenemos alguien que genuinamente se alegra de ver fotos de nuestro paseo familiar y en ese caso no es chisme… Dejo hasta acá este asunto de las redes sociales, ya hay bastante por ahí sobre el tema, incluso un par de documentales valiosos en Netflix y Prime Video.

El chisme es cambiante por esencia, es un sistema abierto al que a toda hora le entran y le salen versiones que lo hacen mutar. Para que un chisme se desplace por la continuidad espacio-temporal de chismosos, tienen que interactuar las partículas eléctricamente cargadas a través de los siguientes personajes: protagonista (víctima), narrador (chismoso), espectador (chismosos)… re–difusor (más chismosos…). ¿Ves el grado de sofisticación sistémica en el que te involucras cuando contribuyes a difundir chismes?

En la siguiente entrada, veremos por qué nos encanta el chisme y revisaremos la utilidad que puede llegar a tener el caer en el oscuro mundillo del chisme…

😀

Un comentario en “Te tengo un chisme…

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