
En mi práctica encuentro con frecuencia que un tema de trabajo es la dificultad para dejar la mente quieta, la dificultad para simplemente “dejar de pensar”. Ayudo a mis clientes con un ejercicio aparentemente «contra-intuitivo» que consiste en que se enfoquen en “pensar lo más que puedan”, en que piensen aún más cuando estén pensando, a que se llenen de más pensamientos…
Me sorprendo cuando, tiempo después, me cuentan que el esfuerzo de pensar más los deja sin pensamientos, que se sienten desbordados porque no tienen ya nada más en qué pensar y que si piensan en muchas cosas las ideas solo vienen y se van de nuevo… adicional a que el esfuerzo de «pensar más» tiene un límite que irremediablemente lleva a darse cuenta de que se «tenían muchos pensamientos»; se quedan sin pensamientos, se sienten “vacíos”, en silencio. También descubren que lo que pensaban son ideas descontroladas, sin ilación, una “cosa” que «vomita su cabeza» sin entender por qué.Leer más »