El valor y la valentía de “no saber”

duda-no-seProbablemente hemos afrontado situaciones en las que recibimos las miradas acusadoras o burlonas de algunos seres que nos juzgan cuando decimos: “no sé”. Crecemos en una cultura que nos premia por vomitar respuestas y nos castiga por rumiar preguntas. Nadie dice que haya que pasar por la vida sin “saber” nada, pero tampoco hay que llevar el juego al extremo de que tengamos que inventarnos incluso lo que no sabemos para poder “quedar bien” con los demás.

El “No saber” como derecho

Cuando decimos que no sabemos estamos reconociendo que hay un aspecto de la realidad que escapa a nuestro conocimiento, que no lo dominamos o que simplemente no lo comprendemos. Cuando lo hacemos delante de una o más personas puede ser un elemento que ayude a construir confianza, porque frente a lo que sabes respondes con conocimiento y cuando no sabes reconoces tu ignorancia. Actuando así, los demás podrán juzgarte como alguien confiable porque evitas inventar cualquier respuesta para “quedar bien” o “pasar agachado”.

Tenemos derecho a no saber así como tenemos derecho a elegir qué saber y qué no. Incluso pretendiendo ser “expertos” en un tema, nos cobija la responsabilidad de reconocer que un experto es alguien que sabe mucho sobre muy poco. Del mismo modo, tenemos derecho a no tener que responder inmediatamente o a tener la explicación instantánea para todo ¿Por qué tendría que ser así? Si el tema hay que entenderlo ¿Por qué no tomarse el tiempo indicado para poner las ideas en orden?

Indudablemente hay cosas que hay que saber porque la ignorancia puede costar vidas o varios millones ¿Qué pasaría con un médico en una sala de emergencias que no sepa qué hacer? Es posible que haya casos en los que no tenga respuestas, pero algo tendrá que hacer, inclusive preguntar a otro colega ¿Qué tal si los administradores de un fondo de inversiones no saben cómo interpretar los movimientos del mercado?

El “No saber” como deber

duda-no-se2Así como decir que “no saber” es una declaración a la que tenemos derecho, implícitamente también nos pone frente a la responsabilidad de hacer algo para superar esa ignorancia. Reconocer que no sabemos sobre un tema determinado o que desconocemos la respuesta a una simple pregunta nos abre la puerta a la consulta, la indagación, la comprensión y el aprendizaje.  Puede que hoy no sepa, pero transformando el entendimiento sabré algo nuevo en el futuro.

Declarar que “no sé” me muestra un bache, un espacio en blanco, un dato faltante. Hace que mire alrededor y empiece a encontrar nuevas respuestas.  Mucha de la gente más interesante e inspiradora que conozco son personas con la disciplina de contestarse todos los “no sé” que le surgen en su vida. Son cazadores de respuestas y caminos que los seduce el ejercicio de estarse respondiendo preguntas. Son exploradores y experimentadores natos, viven en función de aprender. Son seres con una alta autoestima que no se sienten vulnerados ni endebles al reconocer que desconocen algo; simplemente toman el evento con un simple: “no tengo idea en este momento, pero me dedicaré a encontrar una respuesta”.

Si decimos que no sabemos, pero nos quedamos sin hacer nada o persistimos en la ignorancia, estamos faltando al sagrado deber de aprender. Cuando digo que es algo “sagrado” es porque tenemos la libertad de hacerlo o no, pero que al omitirlo asumimos la responsabilidad del atraso y del freno a nuestro proceso de perfeccionamiento.

Es mucho más lo que no sabemos

Indiscutiblemente vivimos en tiempos inciertos. Hoy en cualquier momento ocurre algo en un punto del planeta que hace que las cosas se transformen de un modo u otro. Aunque sintamos que “sabemos” algo, es mucho mayor lo que desconocemos porque los cambios hacen que las certidumbres se alteren.  Por eso cualquier afirmación que hagamos hay que ponerla en la perspectiva de un sano margen de duda.

Hace un par de años estuve en un ejercicio de meditación, y una de las preguntas más inquietantes que nos hacíamos era si en realidad estábamos despiertos o si en ese momento estábamos en medio de un sueño consciente. Luego nos invitaban a dar pequeños brincos y a pellizcarnos (lo digo literalmente) para probar que estábamos despiertos.  Naturalmente, la respuesta de todos fue un «sí» unánime, a lo que la maestra contestó: ¿Y cómo saben que, pese a eso que acaban de hacer, no siguen en el mismo sueño?  Sé que me estoy metiendo en terrenos inestables, pero me encanta la idea de ver la realidad tan endeble e incierta. Como dicen los budistas: “Vivimos en el sueño de Dios”.

¿En qué creemos? ¿Qué es lo real? ¿Será que lo que sabemos era una respuesta de ayer que hoy seguimos dando por cierta? Cierro recordando aquella escena de la primera película de Matrix… “Recuerda que no hay cuchara…”.

 

6 comentarios en “El valor y la valentía de “no saber”

  1. Pingback: La espontaneidad en los niños y nosotros mismos. | Lizbeth Mendoza

  2. Pingback: Viviendo anestesiados: 10 claves para recuperar la capacidad de asombro (segunda y última parte) | Mantenlo Simple

  3. Johng801

    Hello, i think that i saw you visited my site so i came to return the favor.I am trying to find things to enhance my web site!I suppose its ok to use some of your ideas!! cadfdgkefece

    Me gusta

  4. Esta entrada me recuerda una frase de un profesor hace algunos años y es «un experto es una persona que estudia mas y mas sobre cada vez menos y menos para terminar sabiendo casi todo sobre casi nada» en esa medida creo que nunca podremos ser expertos y es por eso que el no se es un camino de aprendizaje y apertura al futuro.

    muy buen articulo como siempre my friend.

    Me gusta

Replica a Viviendo anestesiados: 10 claves para recuperar la capacidad de asombro (segunda y última parte) | Mantenlo Simple Cancelar la respuesta

Este sitio utiliza Akismet para reducir el spam. Conoce cómo se procesan los datos de tus comentarios.